Por qué opté por aprender lenguas minoritarias

Puede que el mandarín, el español, el inglés y el árabe sean los “superidiomas” de la época moderna, pero las lenguas minoritarias como el catalán, el bretón y el córnico desempeñan un papel crucial para la diversidad de nuestro ADN cultural. Y, por las razones que se exponen a continuación, estas lenguas no están en peligro de extinción.

“Si hablas a un hombre en una lengua que entiende, el mensaje llega a su cabeza. Si le hablas en su lengua, le llega a su corazón”. Estas palabras pronunciadas por Nelson Mandela sintetizan mis motivaciones para aprender idiomas minoritarios. Damos por hecho que en el mundo moderno el diálogo está dominado por unos pocos superidiomas, pero basta con que retrocedamos 100 años para presenciar un panorama idiomático mucho más variado: el de las lenguas minoritarias.

El galés y el irlandés, por ejemplo, eran idiomas cuyo uso estaba mucho más extendido que en el presente; los soldados bretones combatieron en las trincheras al lado de sus compañeros franceses, esforzándose por superar las barreras idiomáticas, y el vasco estaba experimentando un renacimiento como expresión de identidad étnica. Debido a diversos factores, que incluyen –sin limitarse a ello– la prohibición, la disuasión, la migración, los sistemas educativos, el servicio militar y la globalización, estos idiomas han sido catalogados como “lenguas minoritarias”.

Siempre me ha interesado este tipo de lenguas. Una lengua minoritaria es la que habla una minoría de la población en un territorio y, con frecuencia, se ve eclipsada por el idioma nacional. En comparación con los “superidiomas” de la actualidad, suelen existir menos libros y recursos para aprender tales lenguas. Aunque esta circunstancia pueda desalentar a ciertas personas, yo personalmente considero que es un reto fascinante. Imagínate cómo sería intentar encontrar cursos para aprender occitano en comparación con cursos para aprender español o mandarín, idiomas para los que ya existen toneladas de materiales.

Me place atribuir mi amor por las lenguas minoritarias a una cierta rebeldía intelectual y una tendencia contracultural.

Los idiomas que tienen una baja presencia en los medios o un bajo estatus social automáticamente me parecen más atractivos. Un idioma menos hablado implica que se sabe poco sobre él y, de esta manera, que ofrece más para descubrir por uno mismo. Al aprenderlo, nos convertimos en una especie de pioneros que descifran códigos, como Indiana Jones, pero sin el vago y siempre latente peligro de ser aplastados por rocas estrepitosas. La suficiencia en un idioma es un paso necesario para alcanzar a vivir una cultura con naturalidad, y es muy emocionante pensar que seré capaz de funcionar en un entorno que tan solo unos meses antes me era completamente extraño. Más importante aún es el hecho de que este entorno es ahora el de una minoría, y para los lingüistas, los entusiastas del lenguaje, o para los que se interesan por otras culturas, la muerte de un idioma es verdaderamente una pena. Hay un propósito más grande que trasciende mis ambiciones e intereses personales.

Mientras que las “lenguas minoritarias” están volviendo a emerger como una reacción contra los efectos homogeneizadores de la globalización y como una forma de manifestar la identidad, otras lenguas enfrentan la amenaza de su desaparición inminente. Al optar por aprender una lengua minoritaria, contribuyo a preservarla y, lo más importante de todo, al mismo tiempo ayudo a conservar el conocimiento de su cultura. Este conocimiento puede incluir las propiedades medicinales de plantas nativas o simplemente evocar una nueva manera de mirar algo.

Se han presentado muchos casos de hablantes nativos de irlandés o bretón que, al creer que en el mundo moderno su propia lengua estaba dejando de tener importancia, han optado por educar a sus hijos en inglés o francés. Esta actitud está modificándose drásticamente; en tales regiones, la juventud de hoy, educada hace años en el idioma hegemónico, está redescubriendo ahora su lengua nativa. Que una lengua y su cultura me interesen es para mí razón suficiente para estudiarlas. Chino, árabe, ruso y japonés: “aprende estos idiomas y prospera”. Esto es lo que anuncian los medios convencionales. De hecho, sí me gustaría aprenderlos en el futuro, pero cuando lo decida y no a causa de los imperativos económicos promulgados por estos medios.

La posición actual de un idioma en el mundo siempre ha sido un criterio secundario para mí.

Además del emocionante reto que significa aprender una lengua minoritaria, existen muchas razones más. Permite romper el hielo con los hablantes nativos que aprecian el esfuerzo que uno hace. Vuelvo a citar Mandela: “Sin la lengua, no se puede hablar con la gente ni entenderla, no se pueden compartir sus esperanzas y aspiraciones ni captar su historia, apreciar su poesía o deleitarse con sus canciones”.

Hacer el esfuerzo de aprender una lengua minoritaria es una manera de reconocer el valor de una cultura subordinada y una manifestación implícita de profundo respeto. No todas las personas van a querer refugiarse en un superidioma, sino que preferirán permanecer en la zona de confort del idioma de la cultura que han heredado. Por esta razón, si realmente quieres comunicarte o poner tus ideas y opiniones sobre la mesa, la mejor manera de ganarse la confianza y la atención de alguien es usar su lengua. La muerte de una lengua minoritaria es una pérdida para todo el mundo. Si quieres llamar la atención sobre una cultura y asegurar su preservación, el mejor medio es aprender su idioma.

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