En Berlín, una ciudad cuyos habitantes provienen de 184 países, escucho muchos idiomas diferentes todos los días: desde los niños de habla árabe que veo por las mañanas de camino a la escuela hasta los camareros italianos que charlan debajo de mi ventana justo antes de caer dormida por la noche. Como los idiomas que hablo son el sueco, el inglés y el alemán, percibo estas otras lenguas, en su mayor parte, más como un ruido de fondo o como la música ambiental de un bar. Hasta que de repente en una secuencia de sonidos aleatoria aparece una palabra o frase que reconozco. Una madre que regaña a su hijo en turco dice de repente en alemán: Und das kannst du einfach nicht machen, verstehst du? (“Simplemente no puedes hacer eso, ¿entiendes?”). En el metro, un par de veinteañeros finlandeses insertan un “¡Tengo que decidirme!” en su conversación en finlandés. Un colega sueva llama a su mamá y, de repente, comienza a hablar en un idioma que definitivamente no es el alemán que aprendí cuando me mudé aquí desde Suecia. ¿Qué tienen estas personas en común? Todas están practicando el fino arte de la alternancia de código.
¿Qué es la alternancia de código?
Según la definición clásica, alternar de código consiste en cambiar entre dos idiomas sin problema dentro de una misma conversación. Es común en sociedades bilingües y dentro de comunidades bilingües, como la de los hispanohablantes en América del Norte. Las personas bilingües con igual competencia en ambos idiomas a menudo cambian de código, como lo revela el comentario de mi compañero de trabajo puertorriqueño acerca de su salida nocturna: “La comida estaba bien delicious, we enjoyed it a lot! Pasamos una noche super nice!”. Sin embargo, las personas como yo, que hablan un idioma mucho mejor que el otro, cambian de código con menos frecuencia. En una definición más amplia del término, la alternancia de código también incluye el cambio entre habla formal e informal y entre dialectos e idioma estándar. El cambio de código requiere que uno hable ambos idiomas muy bien. Esto lo diferencia del fenómeno de préstamo de palabras, en el que en realidad no se tiene que saber el idioma del que proviene la palabra prestada. Incluso se podría decir que el préstamo de palabras especiales, como Schadenfreude o smorgasord, es algo que se debe a la falta de estos términos en el idioma propio de una persona, mientras que el cambio de código es una elección de alguien que dispone de una amplia variedad de palabras y expresiones. Además, esta persona alterna de código por una razón (o incluso por varias razones). Aunque esto no parece obvio (ya que la alternancia suele sentirse como un proceso automático), en realidad existen razones bastante concretas por las que cambiamos de código, desde canalizar nuestros sentimientos más “primitivos” hasta cierta necesidad superficial, pero inherente, de “presumir”.
Tu corazón habla tu lengua materna
Nuestro primer idioma suele estar asociado a ciertos valores y experiencias, como la seguridad, la infancia e incluso nuestros sentimientos más “primitivos”. Entonces, cuando vivimos en una sociedad en la que se habla otro idioma, buscamos el apoyo de nuestra primera lengua para expresar ciertos sentimientos, como el estado de conmoción, enojo o temor. Yo, por ejemplo, heredé de mi madre una terrible ira al volante, y esa ira al volante es definitivamente sueca (lo cual es bueno, porque si gritara esas obscenidades en un idioma comprensible para los berlineses, probablemente estaría escribiendo estas líneas desde prisión). Además, cuando hablas en tu segunda lengua con tu pareja o con un amigo y te cansas, te enojas o simplemente ya no puedes lidiar con la situación, automáticamente cambias a tu idioma nativo (suponiendo, por supuesto, que ellos también lo entiendan). Dicho esto, el corazón no siempre prefiere la lengua nativa. En ocasiones, los asuntos delicados parecen más fáciles de manejar si no los hablas en tu primer idioma, pues así creas cierta distancia. En la escuela secundaria, mis amigos y yo estábamos muy inmersos en el inglés gracias a la televisión, las películas y la música, y cambiábamos sin problema del sueco al inglés, especialmente al hablar de nuestros sentimientos o de temas que requerían una cierta dosis de intrepidez emocional. Ciertamente el inglés no es un idioma secreto entre los estudiantes de secundaria suecos, así que aquella alternancia no tenía nada que ver con la intención de ocultar los asuntos más profundos de nuestro corazón. Simplemente nos resultaba un poco menos intimidante decir ciertas cosas en inglés. Y no creo que sea la única persona joven sueca que diga “I love you” a todos sus amigos, pero se reserve el equivalente sueco jag älskar dig para unos pocos elegidos.
La palabra no basta
Una razón común por la que cambiamos de código por una sola palabra es la sensación de que existe un término que señala de manera concisa lo que queremos decir; pero, desafortunadamente, no forma parte del léxico del idioma que estamos hablando. En lugar de escanear la parte posterior de nuestro cerebro (o, más bien, el lado izquierdo) en busca de una traducción adecuada, decimos entonces veröffentlichtpara no tener que elegir entre published o released, o qué awkward en lugar del menos preciso qué incómodo. Tal vez la palabra no es lo suficientemente específica o lo suficientemente general en el idioma que estamos hablando en ese momento, así que optamos por cambiar de código. La expresión específica del otro idioma nos ayuda a transmitir un pensamiento o un sentimiento. Las palabras intraducibles juegan un papel importante, pero también las expresiones perfectamente traducibles que pueden parecer mucho más precisas en la otra lengua. Para los suecos, el inglés disfruta de un estatus especial y el uso de palabras en inglés en las conversaciones cotidianas es una suerte de adorno. De hecho, un amigo me dijo una vez que le gusta lanzar oraciones completas en inglés cuando está hablando en sueco, solo para parecer un poco más urbano y cosmopolita. Una de esas expresiones inglesas es “making sense”, que se usa con frecuencia por su simplicidad (y porque en sueco carecemos de una expresión mejor y más concisa).
El tema decide el idioma
Hablar de contenidos y temas específicos requiere el uso de un lenguaje específico. Cualquiera que haya estado en Internet sabe del estatus especial que tiene el inglés. Desde “mansplaining” hasta “open source movement”, es difícil no usar el inglés para ciertos temas, incluso si existen alternativas buenas y adecuadas en el idioma propio. Cuando vives en otro país, las palabras y frases del idioma extranjero están destinadas a pasar a otros idiomas, especialmente cuando el tema se refiere a cosas realmente divertidas como los impuestos, las regulaciones o la vivienda. Aquí en Berlín, por ejemplo, todo el mundo conoce la infame Bürgeramt, que se traduciría como “oficina para ciudadanos”, o el Meldebescheinigung, que sería el “certificado de empadronamiento”. Pero de ninguna manera usaría estas palabras traducidas al español si está hablando en español con otro inmigrante en Alemania. Y cuando decimos: “Tienes que ir al Amt“, también es porque Amt tiene una connotación semántica que va más allá de “autoridad” u “oficina”: también significa que te estás preparando para lidiar con la burocracia alemana. Conectar un tema a un idioma específico puede ser asimismo un asunto bastante personal. Las experiencias que has tenido en un idioma suelen terminar vinculadas a él. Por ejemplo, una amiga me dijo una vez que, aunque es sueca, le cuesta mucho hablar sobre la experiencia de dar a luz en un idioma que no sea el alemán (porque tuvo a su bebé en Alemania). También puede ser que las palabras tabú o las expresiones sexuales tengan un aire sórdido o connotaciones negativas en el propio idioma, de modo que a veces resulta más cómodo hablar de estas cosas en otro idioma.
Presunción o parentesco
Cambiar de idioma es un fenómeno muy social. Al hacerlo, puedes demostrar que sabes más de un idioma, lo que podría darle más puntos a tu estatus en muchos contextos. Un chico de la elegante Milán, por ejemplo, podría decir “Vorrei un vino local”, o un jefe de una empresa alemana puede usar muchas palabras en inglés para demostrar que ha estado en todo el mundo y sabe lo que está haciendo. También se puede cambiar de código para expresar solidaridad dentro de un grupo: mezclar un idioma minoritario con un idioma mayoritario, o cambiar del idioma formal que sueles hablar al sociolecto propio que has heredado. También alternamos para hacernos compatibles. A menudo ocultamos nuestro dialecto en el trabajo, pero si no lo usamos cuando nos llama nuestra madre, nos tildará de pretenciosos y se preguntará en qué tipo de persona nos hemos convertido. Hacemos esto inconscientemente porque somos criaturas sociales y queremos que nos entiendan.
¡Sigamos cambiando de código!
“¿Acaso no sabes suficiente alemán?”, “¿Por qué hablas inglés todo el tiempo, qué tiene de malo el sueco?”, “¡Solo tómate unos segundos para dar con la palabra adecuada en italiano!”: todas estas son críticas que suele escuchar quien cambia de código con frecuencia. Y sí, sin duda tiene su valor hablar sin alternar, intentar hablar con fluidez en un solo idioma y demostrar que se es capaz de mantener los idiomas separados. Personalmente, creo que también la pereza y la falta de competencia son factores importantes para el cambio de código. A veces me toma demasiado tiempo encontrar la expresión correcta o siento que no podré terminar la oración (por razones gramaticales), así que cambio a la mitad del camino. Pero, en últimas, ¿qué hay de malo en ello? Por supuesto, no se debe cambiar a un idioma que alguno de nuestros interlocutores no entienda. Sin embargo, creo que la mayoría de nosotros acepta la necesidad de alternar entre idiomas nativos. Entendemos que es una parte natural de ser bilingüe, e incluso parte de nuestra identidad. ¡Así que mach weiter, y sigue alternando!