Ilustrado por Elena Lombardi
La relatividad lingüística o la hipótesis Sapir-Whorf de principios del siglo XX, afirma que el idioma (que es la manera con la que pensamos y ejercemos nuestra cognición) tiene el poder de cambiar objetivamente la manera en que percibimos la realidad. En otras palabras, la realidad objetiva no existe per se, sino que es más bien un conjunto de percepciones diferentes dependiendo de la lengua que hablamos.
Lamento ser una aguafiestas, pero esta hipótesis se descartó hace ya muchos años por falta de evidencia objetiva. Hoy día, hay una línea de lingüistas que cree en una versión más light: nuestra lengua no limita cómo vemos el mundo, sino que sirve de filtro a la manera en que percibimos la realidad.
¿Es el idioma un limitante?
La ciencia ficción, tanto en libros como en películas, ha demostrado la curiosidad humana con este tema desde el punto de vista de cómo sería la comunicación con extraterrestres. Y es aquí donde se complica la discusión, ya no nos interesamos solamente por cuestiones como la descripción de palabras y conceptos, o por la comunicación en sí, sino por temas como si el lenguaje afecta la noción del tiempo, si por ejemplo lo comunica como lineal o como cíclico o si implementa tiempos verbales que van hasta cierto punto en el pasado o que limitan el futuro. Interesante, ¿verdad?
Una de las primeras personas en ocuparse de esto en el ámbito académico fue Benjamin Whorf en los años 40, cuando propuso la hipótesis Sapir-Whorf. Después de sus estudios sugirió que al no tener palabras para “antes” o “después”, la tribu indígena americana Hopi vivía y percibía las nociones de tiempo y pasado de manera diferente a los hablantes de idiomas indoeuropeos.
La hipótesis de Whorf generó polémica y debates en el mundo lingüístico, y dio lugar a otras teorías incluso más brillantes. Sin embargo, estas fueron perdiendo fuerza a medida que se constataba lo obvio: no es necesario usar tiempos verbales futuros y palabras que indican la linealidad de tiempo para que una persona sea capaz de percibir el tiempo. Sabemos que hay palabras en español que no existen en otros idiomas y eso no quiere decir que solo los hispanos entendamos esos conceptos. Son cosas que todo ser humano siente y es capaz de entender, hable o no X o Y idioma.
Idiomas, hábitos y patrones mentales
Casi 80 años después, la teoría de Whorf es reconocida por su gran error al afirmar que las lenguas maternas “limitan” al cerebro. Sin embargo, esta teoría dio origen a una línea de pensamiento menos determinista que reitera que no es que la lengua determine cómo vemos el mundo, sino que más bien son las estructuras gramaticales y sintácticas de un idioma, junto con su vocabulario habitual, que sirven como “gafas” para ver el mundo.
Por ejemplo: algunos idiomas, como el inglés, no determinan el género para algunos sustantivos, por ejemplo friend. Cuando dices: yesterday, I met a very good friend and we went out for dinner (Ayer, me encontré con buen amigo/una buena amiga y fuimos a cenar), el receptor del mensaje no sabrá si ese es un amigo o una amiga. En español, francés, italiano, alemán y docenas de otros idiomas, el género del amigo vendría implícito en la expresión.
En otras palabras, como hispanohablante, tú automáticamente sabrás si era una mujer o un hombre, sin embargo un angloparlante ignora esta información. De acuerdo con una de las líneas de estudio de la lingüística, esto genera hábitos mentales que te obligan a ver y recibir ciertos detalles de cómo funciona el mundo que, ciertamente, serán diferentes de los detalles de los hablantes de otros idiomas. Y esto, según muchos académicos, afecta indirectamente nuestras experiencias, percepciones, memorias, conexiones y maneras de “navegar” por el mundo.
Algunos estudios indican que en las lenguas en las que los objetos inanimados tienen género, los hablantes de ese idioma inconscientemente atribuyen características asociadas con la masculinidad a los sustantivos masculinos y características femeninas a los sustantivos femeninos.
No existe una investigación definitiva que determine las implicaciones prácticas de dichos hábitos. Lo único claro es que las lenguas maternas sí evidencian las diferencias en ciertas maneras de ver el mundo y su impacto puede verse reflejado en una serie de patrones mentales y percepciones sociales.
Sabías que: un estudio identificó que los hablantes de japonés tienen más propensión que los hablantes de otros idiomas a agrupar objetos por el material del cual son hechos y no por la forma que tienen. Por ejemplo, este otro estudio indicó que los hablantes de ruso distinguen los tonos de azul con más facilidad que los hablantes de inglés.
¿Y para los bilingües?
La lógica parece obvia: si un idioma actúa como las “gafas” para ver el mundo, hablar dos lenguas puede ser una manera de sobreponer diferentes “gafas”… e incluso de quitar las “gafas” maternas con más facilidad? ¿Tal vez?
Los estudios en esa línea indican, que las personas bilingües demuestran características de los hábitos mentales de todos los idiomas que hablan y no solo mientras están hablando uno u otro idioma, sino que lo hacen todo el tiempo. Es como si sus “gafas” de ver el mundo estuviera por encima de todas las otras capas.
Aunque estos son estudios preliminares, hay muchas evidencias de que hablar varios idiomas amplía nuestra visión del mundo. En otras palabras, ser políglota puede ser nuestra manera más asequible de ganar superpoderes.