El pasado mes de abril, la Oficina de Estándares en Educación, Servicios y Habilidades para Niños del Reino Unido (Ofsted) publicó un estudio en el que se analizan los efectos de los confinamientos en los niños a raíz de las perturbaciones provocadas por la pandemia durante los últimos dos años. Entre los distintos efectos que se observaron en la salud mental, el informe detalló que las escuelas y los encargados del cuidado de los niños también estaban notando repercusiones en el desarrollo del lenguaje de los niños, en el sentido de que parece que algunos niños se están atrasando o se están tardando en mostrar un progreso en relación con sus habilidades de comunicación y socialización.
“Los niños se han estado perdiendo la oportunidad de escuchar historias, cantar y platicar”, detalló el informe. La combinación de los efectos del aprendizaje a distancia, la falta de interacción con los compañeros y el uso de mascarillas en las escuelas parece haber provocado que algunos niños se retrasaran en la adquisición de nuevo vocabulario y, en algunos casos, en el desarrollo de seguridad para hablar. Hay algunos reportes de bebés que les está costando trabajo responder a las expresiones faciales.
Sin embargo, los efectos no se limitan solamente a los retrasos en el desarrollo del lenguaje. Al parecer, la televisión y los medios de comunicación han estado funcionando como sustitutos del papel formativo que habrían desempeñado normalmente los entornos de clases presenciales en el desarrollo del lenguaje. Una persona encargada del cuidado de niños reportó a la Ofsted que, a raíz de que los niños están pasando más tiempo en sus pantallas durante la pandemia, han empezado a imitar los acentos y las voces de los personajes que suelen ver ahí. Una maestra reportó en una entrevista con el medio británico Express.co.uk que hay alumnos que ahora están adoptando un acento estadounidense cuando juegan entre ellos, probablemente a consecuencia de la cantidad de contenidos producidos por medios y YouTubers estadounidenses que han estado viendo durante los confinamientos. Y este efecto, por cierto, se observa en ambas vías. Algunos niños de Estados Unidos están adoptando una inflexión británica a consecuencia de todas las horas que se la pasan viendo Peppa Pig y están usando palabras del inglés británico como “biscuits” para las galletas y “telly” para la televisión.
De cualquier manera, todavía está por verse si esto va a tener efectos de larga duración o si va a provocar retrasos que no se puedan compensar con un poco de trabajo extra. La Ofsted señaló que los educadores han estado haciendo “una labor excepcional”, utilizando estrategias para ayudar a que los estudiantes se pongan al día. Y aunque es muy posible que la pandemia de COVID-19 provoque cambios culturales duraderos, también es cierto que los cerebros de los niños pequeños son excepcionalmente plásticos y capaces de recuperarse de ese tipo de retrocesos si se les brinda una instrucción adecuada. De acuerdo con algunos investigadores, los niños que experimenten un retraso en el desarrollo del lenguaje van a poder compensarlo más adelante sin efectos duraderos.
“No creo que lo que nos espere sea ver una generación que quedó herida por la pandemia”, comentó Moriah Thomason, una psicóloga de la niñez y la adolescencia de la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, en una entrevista con Nature.com.
Los primeros datos que reportó Nature.com sugieren que las mascarillas no han tenido un impacto negativo en el desarrollo emocional de los niños, aunque algunos de los educadores encuestados por Ofsted consideran que estas pueden haber influido en la capacidad de los bebés para responder a las expresiones faciales. En un estudio se observó que los niños de dos años sí podían entender lo que decían los adultos mientras estos usaban mascarillas opacas. Sin embargo, todavía es muy pronto para sacar conclusiones definitivas, ya que hay muchos estudios que aún no han sido revisados por pares.
Además, el impacto del confinamiento en los niños no es el mismo para todos y, como es de esperar, ha afectado más a las familias de bajos ingresos. Los padres que viven al límite de la escasez (que muy probablemente no pueden trabajar de manera remota y, por lo tanto, quedarse en casa con sus hijos) no han podido estar lo suficiente con sus hijos y dedicar tiempo con ellos para jugar y dedicarles atención individual. En un laboratorio de la Universidad de Brown que pudo mantenerse abierto durante la pandemia, se observó una caída drástica en los puntajes de neurodesarrollo de los bebés, y las mayores caídas se observaron en los bebés de las familias de bajos ingresos.
Sin embargo, es difícil saber qué implicaciones tendrá esto en el largo plazo. “En el caso de los bebés, el coeficiente intelectual no tiene mucho valor predictivo”, comentó Marion van den Heuvel, neuropsicóloga del desarrollo de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos, en una entrevista con Nature.com. “Es muy difícil poder afirmar algo sobre lo que eso va a significar para su futuro”.
Por ahora, lo mejor que podemos hacer con los niños que probablemente se hayan retrasado es exponerlos lo más que se pueda al lenguaje y a otras personas, darles muchas oportunidades para jugar con otras personas de manera segura y hablar con ellos tanto como sea posible.
Este artículo se publicó originalmente en la edición en inglés de la revista de Babbel.