Crucé de Argentina a Chile por tierra en el 2013 y recorrí el país desde Santiago hasta San Pedro de Atacama en 25 días. Lo primero que me pregunté fue por qué no había ido antes, ahora me pregunto cuándo volveré. Estas son las 10 palabras o expresiones chilenas que se me vienen a la cabeza cuando recuerdo de ese viaje.
Mote con huesillo
Cuando me lo recomendaron no supe a qué se referían. Cuando me dijeron que no había nada más chileno que el mote con huesillo lo anoté en mi cuaderno y me propuse buscarlo por las calles de Santiago. No me llevó demasiadas horas de caminata encontrar los puestos callejeros con carteles como “El rey del mote con huesillo”. Resultó ser una bebida: está hecha con la mezcla de jugo acaramelado, granos de trigo hervidos (mote) y duraznos deshidratados (huesillo). Se sirve en un vaso transparente y es ideal para los días de calor.
Palta con todo
Como fan de la palta (aguacate), una de las primeras cosas que hice al llegar a Chile fue probar la palta chilena, de la que mucha gente me había hablado. Fue un camino de ida. Chile es el segundo país del mundo con mayor consumo de palta y el lugar donde aprendí a combinar la palta con todas mis comidas. Una mención aparte se merece el completo, el hot-dog chileno, que lleva tomate, mayonesa y palta encima de la salchicha.
Poesía callejera
Cada vez que miro las fotos que saqué durante aquel viaje, me encuentro con paredes que hablan. En Santiago vi frases como:
- “Verte a los ojos y volar.”
- “¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?”
- “Hoy es un día perfecto y estás vivo, ¡disfrutalo!”
Y en Valparaíso me encontré con fragmentos de poemas de Neruda y con mensajes como:
- “Disfruta el pánico de vivir la vida.”
- “Cuántas veces cerraré los ojos para sentirme de nuevo en tus calles.”
Murales
Además de palabras, por las calles de las ciudades chilenas encontré paredes repletas de color. Siempre he pensado que el arte callejero es una de las expresiones chilenas del país y, en mis caminatas por Santiago y Valparaíso, vi dibujos de peces, gatos, payasos, colibríes, dinosaurios, esténciles de próceres latinoamericanos sentados a la misma mesa, un autorretrato de Santiago, un puño elevándose al cielo. Chile me contó historias a través de sus colores.
“Cuático”
Durante mis días en Santiago aproveché para visitar a Jose, una amiga chilena que había conocido unos años atrás, viajando por Perú. En cada conversación aprendí algunas palabras, expresiones chilenas y como pronunciarlas:
- “¡Qué fome!” (qué aburrido).
- “Qué lata” (qué fastidio, qué aburrido).
- “Altiro” (enseguida).
- “¿Cachai?” (¿entiendes?).
- “El carrete” (la fiesta).
- “Cuático” (exagerado).
- “Weá”, la versión condensada de “huevada”, que podría traducirse como “cosa”, pero que se usa en tantos contextos y de tantas maneras que “una cosa es una cosa y una weá es una weá”.
Terremoto
Mi amiga Jose me dijo que no podía irme de Santiago sin tomar terremoto en La Piojera, uno de los bares más reconocidos de la ciudad, así que reservamos nuestra última noche para cumplir con el ritual. El terremoto es un cóctel tradicional chileno que se inventó después del terremoto de 1985 y se prepara con vino blanco, helado de ananá, Fernet o licor amargo y granadina. Cuando se sirve en un vaso de 400 ml se le dice “terremoto”, a la jarra la llaman “cataclismo” y al vaso pequeño “réplica”. Cuando nos levantamos de la mesa entendimos el por qué del nombre.
La once
La primera vez que me invitaron a tomar “la once” fue en Valparaíso, en la casa en la que estaba haciendo Couchsurfing. Pensé, erróneamente, que esta es una de las expresiones chilenas que se trataba de un tipo de comida que se preparaba a las once de la noche, hasta que me explicaron que es similar a la merienda de las 5 de la tarde en Argentina, aunque se toma un poco más tarde: de las 5 a las 9 de la noche. En la once se comparte té, café, pan, tortas, postres, manteca, mermelada, jamón, queso y palta.
Los ascensores de Valparaíso
Cuando me hablaron de los ascensores de Valparaíso, mi mente urbanizada y acostumbrada a vivir en edificios se imaginó ascensores que subían y bajaban por la ciudad portuaria. Después comprobé que así se llama a los funiculares que ascienden los cerros, que hoy son 16 y se consideran Patrimonio Mundial de la Humanidad. Valparaíso está conformada por más de 40 cerros, es un anfiteatro natural que mira al mar, y gran parte de mi visita la pasé sentada en algún mirador, observando las casas y el agua desde lo alto.
Astroturismo
Nunca vi tantas estrellas como en el Valle de Elqui, una región de Chile con uno de los cielos más claros y despejados del hemisferio sur. Recuerdo que la guía del tour astronómico sacó un puntero láser de su bolsillo y comenzó a dibujar constelaciones en el cielo. En el Valle de Elqui están instalados algunos de los principales observatorios astronómicos del mundo. Además, se cree que es un polo energético y un buen lugar para hacer avistamiento de OVNIs.
La mano del desierto
Hicimos gran parte del viaje por Chile en autostop. En el último tramo, de Copiapó a San Pedro de Atacama, nos levantó Daniel, un camionero que iba casi hasta nuestro destino final. Después de cantar temas de los Guns N’ Roses al unísono y almorzar una sopa con sus compañeros, Daniel decidió desviarse para llevarnos a ver La mano del desierto —una obra del escultor chileno Mario Irarrázabal— bien de cerca. Nos sacamos una selfie con su camión frente a una mano de 11 metros de altura que ascendía de la tierra marrón. Hay quien dice que esa mano representa a la ciudad que se despide del viajero.
A mí me sirve como recordatorio de que algún día tengo que volver.