1. “Buenos días, señorita”
Será que por haber crecido en una ciudad con más de 4 millones de habitantes, que me sorprende esta simple expresión de los millones de expresiones guatemaltecas. Una de las cosas que más recuerdo de mi viaje a Guatemala fue cómo la gente me deseaba buen día en la calle, aún sin conocerme. La primera vez que me pasó fue una mañana en Antigua, mientras paseaba por las afueras del casco histórico, cuando un anciano que me vio pasar frenó, me saludó con amabilidad y siguió su camino.
2. Amarillo
Cuando pienso en mis caminatas fotográficas por Antigua se me viene a la mente el color amarillo. Antigua —la excapital de Guatemala— fue fundada por los españoles en el siglo XVII y aún conserva las ruinas y construcciones de aquella época. Las iglesias, los edificios históricos, las casas bajas están pintadas de colores pasteles, con el amarillo como protagonista. El Arco de Santa Catarina, una construcción que cruza de una calle a la otra, es uno de los emblemas arquitectónicos de la ciudad: un arcoíris amarillo.
3. Chicken bus
Me gusta subirme al transporte local de cada país al que viajo. Siento que esos micromundos en movimiento me permiten conocer —o al menos espiar— el modo de ser de una cultura. En Guatemala, los autobuses se llaman camionetas, pero los turistas los bautizaron chicken bus (porque hasta hace un tiempo se usaban para transportar de todo, incluso gallinas). Las camionetas son antiguos buses escolares estadounidenses que fueron intervenidos con frases, dibujos y colores y convertidos en uno de los emblemas típicos de Centroamérica.
4. Xocomil
Pasé varios días de mi viaje en el lago de Atitlán, un lago de origen volcánico, enmarcado por volcanes y rodeado de poblados maya. Fui de un pueblo a otro por tierra y agua, remé en kayak y caminé por los pueblos. La imagen que quedó grabada en mi cabeza fue la de observar el paisaje desde algún mirador natural y sentir el xocomil, el viento fuerte de la tarde que agita el agua del lago.
5. Chichi
Todos los jueves y domingos, Chichi (el diminutivo cariñoso que se le da al pueblo de Chichicastenango) es la sede del mercado maya más importante de Guatemala. Cientos de familias llegan de madrugada y levantan sus puestos en las calles del pueblo. Durante unas horas, es posible conseguir de todo: ropa, zapatos, juguetes hechos a mano, máscaras de madera, DVD, flores, ceviche, bananas, escobas, adornos en cerámica, semillas y, hasta un remedio milagroso que, según asegura quien lo vende, cura desde el insomnio hasta el mal de ojos.
6. Colores
Los colores del mercado de Chichicastenango me impactaron, en especial los de la ropa de las mujeres. Según la tradición maya, fue Ixchel, la diosa de la luna, quien enseñó a las mujeres a tejer y les explicó qué símbolos sagrados debían utilizar para decorar sus telas. A través de su vestimenta, los mayas lograron conservar su cosmovisión y expresar ciertos códigos culturales. Detrás de ese arcoíris de colores brillantes se esconden significados: con solo mirar cómo alguien va vestido se puede saber de dónde viene, cuál es su estado civil y a qué comunidad pertenece.
7. Miradas
Mientras recorría el mercado de Chichi con mi cámara y mi cuaderno, los nenes me miraban con curiosidad desde la espalda de sus mamás o desde abajo de una mesa. En todas mis fotos hay un par de ojos oscuros que me observan, me analizan y me sonríen. Y esas miradas también quedaron en mi álbum de recuerdos de Guatemala.
8. Tortillas con queso
Tengo debilidad por las tortillas de maíz con queso guatemaltecas. Tal vez porque no crecí con este tipo de comida y nunca antes había podido observar el arte de preparar tortillas (o tortear): la masa que se cocina en el comal (un disco de barro o metal), el guacal (vasija) con agua para mantenerlas humedecidas y esas manos expertas que les dan vuelta en el momento exacto para que no se quemen.
9. Chocolate
Como fan del chocolate, en Guatemala encontré un paraíso de cacao. Si bien los olmecas fueron los primeros en moler el cacao y tomarlo en bebidas, para los mayas las semillas eran un objeto de culto traído a la tierra por los dioses. No solo las consumían, sino que las usaban como moneda de intercambio. Hoy hay más de 9000 plantaciones de cacao y se producen unas 10 000 toneladas por año. Lo que daría por otra taza de chocolate guatemalteco.
10. Tikal
Viajé a Guatemala para conocer las ruinas mayas de Tikal. Sin embargo, me quedé a 64 kilómetros y no pude llegar. Unos días antes contraje dengue y me internaron en una pequeña clínica de Santa Elena, un poblado cercano. A pesar del problema de salud, durante esos días en la clínica pude experimentar la hospitalidad del país desde otro ángulo, ya no como turista, sino como paciente. Hasta el día de hoy, casi diez años después, quien fue mi doctora durante esos días me sigue enviando mensajes con saludos y se refiere a mí como “su paciente la viajera”. Por todo esto, me llevo los mejores recuerdos de Guatemala, aunque no haya podido ver sus ruinas.