Al intentar comunicarte con alguien de otra lengua materna, existe el riesgo de que se pierda información durante el proceso de traducción: las ideas pueden ser malinterpretadas y ciertos detalles importantes ser omitidos. Cuando se trata de cuestiones de salud, la falta de una comunicación clara puede ser una cuestión de vida o muerte. Por eso el papel de los intérpretes médicos en los hospitales y las consultas médicas es crucial: tienden un puente entre lo que dice el médico y la interpretación que hace el paciente de esa información.
Hablamos con Rebecca Aaron, intérprete médica de una clínica gestionada por el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York (NYU), para saber en qué consiste su trabajo.
Así es como funciona:
Hay intérpretes médicos para un gran número de idiomas y su disponibilidad depende de la ubicación del centro hospitalario o médico. A la clínica de Aaron acude un gran número de pacientes latinoamericanos que hablan poco o nada de inglés y que necesitan intérpretes de español. Rebecca Aaron, hablante nativa de inglés, aprendió español de pequeña con su niñera mexicana. Y hoy día habla español con fluidez, un requisito en su trabajo como intérprete.
Las tareas principales de Aaron consisten en traducir, para los médicos, los historiales de los pacientes, y luego interpretar, para los pacientes, las preguntas y los diagnósticos de los médicos. Pero Aaron permanece en la consulta durante otros procedimientos, como exámenes físicos o inyecciones, por si hay que interpretar algo más.
«Esto garantiza que el paciente reciba la mejor atención médica posible y que el personal médico pueda tomar las decisiones acertadas para el paciente», explica Aaron.
Aaron nos describe una ocasión en la que utilizó sus habilidades lingüísticas para sortear una situación tensa. Una paciente, que se había puesto un implante anticonceptivo en Colombia, acudió, tras trasladarse a Nueva York, a la clínica de Aaron para que se lo quitaran. Fue entonces cuando los médicos descubrieron que el implante estaba colocado muy profundo, por detrás del músculo de la paciente.
«La paciente acudió al médico para que le quitaran el implante, y lo que suele ser una intervención rápida se convirtió en un procedimiento mucho más serio», recuerda Aaron. «Tuve que prestar atención a cada cosa que hacían los médicos, para poder decirle exactamente a la paciente lo que estaba pasando. Los médicos me explicaron de antemano cada etapa del procedimiento para que yo pudiera traducir cada paso.»
Aaron nos explica que, tras la intervención, la paciente quiso hablar con el médico de otras opciones anticonceptivas. Durante lo que acabó siendo una conversación de dos horas, Aaron interpretó las preguntas de la paciente y las respuestas del médico.
«Hay mucha información sobre la salud de la mujer y las opciones anticonceptivas, y sabía que ella confiaba en mi capacidad de traducción para ayudarle a tomar la decisión correcta», dice Aaron.
¿Cuáles son los retos más grandes del trabajo como intérprete médica?
Para que la interpretación funcione correctamente debe ser lo más precisa y objetiva posible. Y esto es especialmente cierto en el caso de los intérpretes médicos, en la que la precisión de la información que se interpreta es primordial. Sin embargo, a una persona empática le resultará difícil distanciarse por completo de la situación cuando se trata de un paciente con graves problemas de salud. Y Aaron confiesa que lucha con ello frecuentemente.
«Una de las partes más difíciles del trabajo es separar mis emociones de mis interpretaciones clínicas», confiesa Aaron. «Soy una persona muy sensible y soy extremadamente empática con los pacientes. Aun así, mi función principal es asegurarme de que entienden las palabras y sugerencias del médico».
¿Pero está mal sentir compasión por los pacientes? Tal vez se pueda alcanzar un equilibrio entre empatizar con los pacientes sin renunciar a la precisión y la profesionalidad. Aaron parece pensar que sí.
«Para ser sincera, me he enfadado mucho e incluso he llorado en la clínica después de tener que anunciarle a una mujer que tenía cáncer de mama», dice Aaron. «Pero no creo que esto sea algo malo, ya que la mayoría de los pacientes buscan la empatía de sus médicos.»
La empatía también abre la puerta a una relación de confianza, lo que puede a veces llevar a algunas situaciones divertidas. Aaron dice que cuando interpreta las opciones de tratamiento para los pacientes, estos a menudo le preguntan qué deberían hacer o qué haría ella si estuviera en su lugar. Al no ser médico, Aaron no puede dar consejos médicos, pero aun así se alegra de que le pregunten.
«Es un sentimiento muy especial ver que confían en mí tan rápidamente por el hecho de saber hacer algo tan sencillo como hablar su idioma», dice Aaron.
¿Y la parte más gratificante del trabajo como intérprete médica?
Cualquier carrera que implica ayudar a la gente aporta una sensación de satisfacción, y el trabajo de Aaron no es una excepción. Describe su trabajo como «muy importante y extremadamente satisfactorio», y añade que es inmediatamente gratificante ver que los pacientes comunican fácilmente y con confianza con ella. La gente suele sentirse mucho más cómoda y ser sincera cuando habla en su lengua materna con los intérpretes médicos, y cuando surgen temas serios relacionados con la salud, una comunicación eficaz se convierte en fundamental.
«Pienso que ningún ser humano debería sentirse indefenso, especialmente cuando se trata de su salud», afirma convencida Aaron. «Si puedo ayudar a alguien a entender lo que le ocurre a su cuerpo y lo que se puede hacer para curarlo o aliviar el dolor, estoy más que satisfecha».