Existe un refrán japonés, citado muy a menudo, que hace hincapié en la importancia de los buenos maestros, incluyendo a los profesores bilingües: «Mejor que mil días de estudio diligente es un día con un gran maestro». El mensaje detrás de este dicho es que, por mucho que te esfuerces en aprender cosas nuevas, nunca serás tan eficaz como cuando aprendes de un profesor que te inspira y es capaz de conectar contigo a nivel personal.
Sin embargo, conectar con una persona puede convertirse en todo un reto cuando no hablas su lengua materna. Por eso, puede ser especialmente útil para los profesores, de hablantes no nativos de inglés ser bilingüe. Hablamos con dos profesores bilingües que trabajan en ámbitos educativos muy distintos pero que utilizan sus conocimientos de español para influir positivamente en sus alumnos.
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Nicole Mance pasó el verano trabajando como uno de las profesoras bilingües de inglés como segunda lengua (English as a Second Language, ESL) para un programa de la Universidad Estatal de Nueva York en Cortland. El objetivo del Migrant Education Tutorial and Support Services Program (Programa de Servicios Tutoriales y de Apoyo a la Educación de los Migrantes) es ayudar a los distritos escolares a responder a las necesidades de los niños migrantes.
En su función de profesora, Mance viajó a diario a granjas del condado de Tompkins (Nueva York), donde enseñó inglés a alumnos de edades comprendidas entre los 3 y los 22 años. Algunos de los alumnos eran hijos de trabajadores inmigrantes, mientras que otros eran trabajadores.
«Los aprendientes de ESL trabajaron principalmente en el vocabulario y la expresión oral para poder ir al trabajo, a la tienda, al médico, participar en una conversación o incluso entablar una», explica Mance.
Mance considera que tiene un nivel avanzado de español y que maneja este idioma de manera fluida. Aunque ser bilingüe no fuera un requisito para el trabajo, sí que fue considerado un punto positivo, ya que crea conexiones más profundas entre los profesores y el alumnado.
Así, por ejemplo, cuando los alumnos de Mance no entendían un concepto en inglés, ella podía utilizar sus conocimientos de español para explicarlo de forma que lo entendieran. Pero el impacto positivo del uso del español se hizo sentir más allá de las propias clases.
«Mi capacidad a interactuar en español también me permitió conectar con mis alumnos a nivel personal porque ellos ya no sentían la distancia que suele crear la barrera del idioma», cuenta Mance. «Esta vía de comunicación abierta facilitó una mejor instrucción y la creación de relaciones interpersonales, lo cual es esencial en la enseñanza».
¿Cuáles son los retos más grandes de del trabajo como profesora bilingüe?
Las clases de Mance no se impartieron en un entorno escolar tradicional, por lo que el mayor obstáculo fue lograr que los alumnos se adaptaran a un horario fijo.
«Conseguir que los alumnos asistieran cada semana a sus clases programadas no siempre resultó fácil, ya que si sus jefes les pedían trabajar un día más para ganar más dinero, aprovechaban la oportunidad, y si los amigos les proponían jugar un partido de fútbol, también decían que sí», nos explica Mance, reconociendo que lo entiende.
La mayoría de los niños vinieron a las granjas para trabajar y ayudar a sus familias. Y Mance explica que a menudo trabajaban seis días a la semana, con jornadas laborales extremadamente largas.
«El hecho de querer asistir a clases de inglés en su único día libre de la semana es en sí un esfuerzo digno de admiración», afirma Mance.
¿Y la parte más gratificante del trabajo como profesora bilingüe?
Para los profesores bilingües, la recompensa es inherente al trabajo: formar a los niños y ayudarles a alcanzar su máximo potencial en la vida.
«Saber que estaba ayudando a los alumnos a desenvolverse en su vida cotidiana y que me contaran experiencias en las que algo que habíamos hecho juntos les había beneficiado, hizo que fuera cada día con más ganas al trabajo», explica Mance.
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Josh Stillman enseña inglés en 9º y 12º grado, en un instituto de la ciudad de Nueva York. La mayoría de sus alumnos son hijos de inmigrantes puertorriqueños y dominicanos, por lo que muchos de ellos hablan español con fluidez. Sus padres, en cambio, suelen ser hablantes nativos de español y hablan poco o nada de inglés.
«Los padres valoran mis esfuerzos por hablarles español, lo que también ayuda a crear una relación de confianza».
Stillman es uno de los profesores bilingües que usa principalmente el español, un idioma que aprendió durante una estancia de un año en Ecuador, para hablar por teléfono con los padres, en las reuniones de padres y profesores y durante otros encuentros.
«Si no hablara español, tendría que recurrir a un traductor, lo que disminuiría la cercanía de mi relación con los padres», afirma Stillman.
Stillman es profesor en una denominada Title I high school, un instituto que recibe ayuda económica federal por el alto porcentaje de alumnos procedentes de familias con bajos ingresos. Como explica Stillman, en un establecimiento escolar de ese tipo, la capacidad de conectar con los padres es esencial.
«La comunicación con los padres es fundamental cuando se trabaja con alumnos de familias con bajos ingresos, y poder comunicar en español es una gran ayuda», dice Stillman. «Los padres valoran mis esfuerzos por hablarles español, lo que también permite establecer una relación de confianza».
Además de hablar español con los padres, Stillman utiliza también a veces ese idioma en el aula. Cuando los alumnos hablan mal o critican la clase, pensando que el profesor no los entiende, Stillman puede intervenir.
¿Cuáles son los retos más grandes de su trabajo como uno de los profesores bilingües?
Dado que el español cuenta con muchas variedades, con diferencias más o menos importantes según el país, pueden surgir dificultades a la hora de comunicar, y eso a pesar de dominar el español estándar. Así, Stillman tiene, en algunas ocasiones, ciertos problemas a la hora de entender las variedades de español habladas por los alumnos y sus padres.
«Según su país de origen, los hispanohablantes tienden a emplear otras palabras o expresiones, tienen diferentes acentos o hablan más rápido de lo que estoy acostumbrado», explica el profesor. «Cuando usan palabras coloquiales que no conozco, confieso que me siento un poco perdido».
¿Y la parte más gratificante del trabajo como uno de los profesores bilingües?
Los conocimientos de español de Stillman le permiten establecer vínculos valiosísimos como uno de los profesores bilingües con sus alumnos y sus padres.
«Es estupendo conectar con los niños y sus padres en su lengua materna», afirma Stillman. «Ayuda a establecer una relación de confianza: te ven como una persona cercana y no sólo una figura de autoridad».
Este artículo se publicó originalmente en la edición en inglés de la revista de Babbel.