En algunos países, el folklore navideño se limita a la imagen de Santa Claus surcando la nieve en un trineo tirado por ocho renos y a la costumbre de colgar coloridos calcetines de la repisa de la chimenea. En cambio, en Europa la estereotípica figura de Papá Noel convive con diversas tradiciones locales que no dejan de ser bastante curiosas. Por ejemplo, en la región española de Cataluña los niños obtienen sus regalos haciéndoselos «cagar» a golpes a un tronco, mientras que los escandinavos esperan que se los traiga una cabra gigante. Hemos reunido algunos de las alternativas europeas a Santa Claus más extraños y fantásticos que traen los regalos navideños en Europa para celebrar estas fiestas con toda diversidad.
El folklore navideño de Europa: alternativas europeas a Santa Claus
1. Un tronco que defeca regalos
Los niños catalanes reciben sus regalos de Navidad de un tronco de madera conocido como «cagatió» o «tió de Nadal». Este tronco, al que se añaden dos patitas, una cara sonriente y un típico gorro catalán, se puede comprar en mercadillos navideños o buscarse en el bosque alrededor del 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
Desde entonces, se le da comida para alimentarlo y se lo tapa con una manta para que no pase frío. El día de Navidad, los niños lo golpean con un bastón mientras cantan una canción popular. Al levantar la manta que lo cubre, encuentran sus regalos, que supuestamente ha «cagado» el tió.
Esta curiosa tradición surgió probablemente de la antigua costumbre de llevar a casa un gran leño para quemarlo en la chimenea en Navidad. Un gesto, por lo demás, que todavía hoy es habitual en toda Europa y que en algunos lugares se conoce como «tronco deYule». El tronco es símbolo del calor, la naturaleza y el augurio de un verano radiante. En muchos lugares, las llamas van consumiendo el tronco a lo largo de las fiestas navideñas, pero un trocito se guarda para echarlo al fuego al año siguiente. Esta costumbre derivó en Cataluña y en algunas zonas de Aragón en un simpático tronco que «caga» obsequios.
2. Julebukk y los duendes navideños
En nórdico antiguo, Julebukk se traduce como “cabra de Yule” y es un elemento esencial en el folklore navideño de los países escandinavos. Su origen se relaciona con las dos cabras que tiraban del carro del dios Thor, quien, en una ocasión en que tenía hambre, las sacrificó y las compartió con sus compañeros.
En los países escandinavos, este personaje puede tener diversas formas y tamaños. Puede tratarse de una figura gigante con forma de cabra hecha de paja con larguísimos cuernos curvados hasta el lomo o de un diminuto adorno navideño con forma de cabra. Con el tiempo, el papel del Julebukk fue cambiando hasta ser el acompañante de los gnomos de Navidad Tomten (Suecia), Nissen (Noruega) y Tonttu (Finlandia) a las casas de los niños para llevarles regalos.
Este particular personaje cobró fama mundial en los últimos años gracias a la localidad sueca de Gävle y su figura gigante de Julebukk, que cada Navidad es víctima de ataques incendiarios. Destrozar la enorme estatua de paja ya se ha convertido en una tradicional broma navideña en Gävle, que comenzó en 1956. Desde entonces, la cabra de 12 metros de altura termina casi siempre robada, hecha añicos o totalmente carbonizada.
Últimamente, vista la expectación que despierta en todo el mundo (sobre todo a través de internet), Gävle hace acopio de todas sus armas defensivas y alza una doble valla, instala cámaras de vigilancia y dispone guardas con perros policía las 24 horas. ¡Todo, con la esperanza de que la cabra de Gävle sobreviva un invierno más!
3. La bruja italiana de la Navidad
A los niños italianos, quien les lleva los regalos es la Befana y a diferencia de la mayoría de tradiciones, no lo hace el día de Navidad. La Befana acude a las casas de los niños el 6 de enero, el día de la Epifanía. Si los chicos no se han portado bien ese año, les lleva carbón o, en algunas partes de Italia, un palo.
Cuenta la leyenda que los tres Reyes Magos viajaron desde Oriente para entregar sus obsequios al Niño Jesús. A lo largo de su camino de pueblo en pueblo, la gente se iba sumando al séquito. La única que no los siguió fue una anciana, la Befana, que dijo estar demasiado ocupada con las tareas de casa. Al día siguiente, cargada de regalos, corrió tras los Reyes Magos, pero ya estaban muy lejos. Desde entonces, según se dice, vuela de casa en casa con su escoba para llevar regalos a los niños.
La Befana se presenta con el clásico aspecto de vieja bruja fea con su correspondiente sombrero picudo, pero en Italia solo despierta simpatía. En agradecimiento, los padres y madres le dejan un vaso de vino en la víspera de su visita… Así que si esa madrugada de enero ves a una mujer entrada en años tambaleándose por ahí con una escoba, tal vez sea la Befana un pelín achispada.
4. Los jólasveinar
Islandia también tiene su propio personaje. En lugar del alegre anciano que baja por la chimenea, trece granujas conocidos como jólasveinar, algo así como «los muchachos de la Navidad», visitan a los niños las trece noches anteriores al 25 de diciembre. Los niños islandeses dejan sus zapatos junto a la ventana y estos personajes que son alternativas europeas les dejan dentro dulces o pequeños regalos.
Es previsible que trece días seguidos de preámbulos provoquen una considerable sobreexcitación entre los niños… ¡Hasta el punto que en 1746 Islandia prohibió a los padres explicarles historias sobre los jólasveinar!
Cada uno tiene su propia personalidad y su propio nombre, todos ellos bastante extraños pero muy gráficos, como Golpeapuertas, Lamecucharas, Raspaollas, Olfateapuertas y Engulleyogur. Estas alternativas europeas a Santa Claus se consideran gamberros o bromistas, pero de buen corazón, a diferencia de su malvada figura opuesta (y madre) Grýla, una ogresa gruñona que baja de las montañas en Navidad y hierve a los niños vivos. Puede parecer una tradición un poco pesada para los más pequeños… Pero, aún así, los niños islandeses la esperan cada Navidad con ilusión.