¡Que levante la mano quien nunca haya hecho el ridículo en otros idiomas! (Veo pocas la verdad). La primera vez que aterricé en Berlín, no sabía decir ni una palabra en alemán. O, como mucho, podía decir seis palabras. Llegué con una lista de vocabulario que me había dado mi primo pequeño. En realidad, eran sus apuntes de la clase de alemán del instituto, donde había algunos términos muy útiles (y potenciales para hacer el ridículo) como, por ejemplo, “Sumpfmonster” (el monstruo del pantano) o “Zombie-Angriffen” (ataques zombis).
Sin embargo, empecé a aprender rápidamente con la ayuda de diferentes libros que saqué de la biblioteca, con algunas cintas de audio y con cuadernos de ejercicios. Y con cada alemán con el que entraba en contacto, claro.
Como la lengua es un fenómeno social un buen modo de aprenderla desde cero es interactuando con la gente. Durante mis primeros días en Berlín, memoricé un pequeño discurso de presentación y me sorprendí de lo útil que era para esas situaciones en las que conoces a alguien por primera vez. Podía recitarlo de un tirón bastante bien: de dónde era, por qué había venido a Berlín y qué hacía exactamente aquí (aunque esto último era más bien una cuestión existencial que gramatical). Me encantaba tener esas conversaciones.
Era como si hubiera creado una buena base sólida para mi castillo de arena. Cuando ya me habían preguntado esas dos o tres cuestiones, los alemanes querían ir más allá y se aventuraban a preguntarme más cosas. En ese momento, ya estaba fuera de mi terreno y me daba cuenta de que las olas del mar estaban atacando la base de mi castillo. Me entraban ganas de decir: «¡No, quédate ahí! Podemos seguir hablando de por qué vine a Berlín, de por qué viniste tú a Berlín o quizás puedo preguntarte qué hora es».
Seguí aprendiendo. Cuando ya disponía de algunas expresiones básicas como si fueran ases en la manga, intenté hablar en alemán lo más a menudo posible. De repente, me di cuenta de que existía una gran diferencia entre repetir palabras y frases en mi habitación e intentar ponerlas en práctica en una conversación real con un ser humano: está claro que te vas a equivocar y que vas a cometer errores garrafales, y segurísimo que las otras personas lo van a notar. Entonces empiezas a sintonizar esos segundos sumamente incómodos antes de arrancar a hablar. Tienes que concentrarte, tragarte el orgullo, concienciarte de que vas a cometer errores gramaticales muy simples sin importar lo que digas y que, inevitablemente, vas a hablar como un Neanderthal. El tiempo transcurre a paso de tortuga y empiezas un diálogo contigo mismo:
- «¡Dilo, solo inténtalo! Di “Danke für Ihre Hilfe”».
- «¡Pero no me acuerdo si es así y tampoco estoy seguro de cómo se pronuncia la ü!».
- «Venga que la cajera está esperándote».
- «¡Puaj, voy a parecer idiota! De acuerdo, allá voy».
—Danke…fer…Hilfe.
Errores como estos desaparecen rápidamente con la práctica, pero existen diferentes tipos, incluyendo esas meteduras de pata fortuitas que no puedes evitar cometer y que resultan graciosísimas para todo hablante nativo.
Por ejemplo, cuando estaba viviendo en Berlín, impartí clases de inglés y una vez tuve que llamar a una estudiante en su lugar de trabajo, para confirmar nuestra cita. Cuando la recepcionista contestó al teléfono, peleé para encontrar las palabras y poder preguntar por Maria en la extensión 234.
- Guten Morgen (Buenos días). «Vamos bien».
- Hier ist Mollie (Mollie al habla). «Fantástico».
- Darf ich mit Maria sprechen? (¿Puedo hablar con Maria?). «¡Vaya, lo he clavado! ¡Dije primero el verbo auxiliar y no dije el infinitivo hasta el final de la frase!».
Como estaba tan emocionada, quise responder a la pregunta del millón (¿Cuál es su extensión?):
- Durchfall 234 (Diarrea 234).
De repente se produjo un silencio extraño y la recepcionista carraspeó un poco antes de que me pasara con Maria. No volví a pensar en ello hasta unas semanas después, cuando estaba dando una clase de inglés para negocios a un grupo de mujeres muy alegres y chistosas, que trabajaban con doctores americanos. Una de ellas leyó en alto en inglés y preguntó qué significaba la palabra “extensión”. Después de que no entendiera mi explicación en inglés, le dije la palabra en alemán:
- Esto significa Durchfall. Las cinco mujeres empezaron a reír a carcajadas de inmediato.
- ¡Es Durchwahl! ¡Te refieras a Durchwahl!
Para todos aquellos que estéis aprendiendo idiomas, por favor estad atentos: un cambio insignificante de una consonante puede acarrear duras consecuencias. Durchwahl significa extensión y Durchfall es diarrea.
Con estos pequeños ejemplos tiene que quedar claro que antes de aprender a hablar con total facilidad, pasas por muchas situaciones con diferentes grados de incomodidad. Más allá de esa profunda vergüenza que sientes en esos malos momentos, existe también esa frustración prolongada por no poder demostrar que eres inteligente y por no poder expresar las dificultades de tu propia experiencia. Hay gente que cree que adopta diferentes personalidades cuando habla en otras lenguas y eso es un sentido del humor un tanto extraño que suelen usar las personas, cuando hablan en un idioma al que no están acostumbrados y, por lo tanto, no hablan con tanta fluidez. A veces, no nos damos cuenta de cuánto útiles y reconfortantes son estas herramientas a la hora de hacer amigos y conseguir lo que queremos, hasta que ya no las poseemos.
En pocas palabras, algunas experiencias nos pueden tanto retratar de forma totalmente inadecuada como hacernos quedar como adultos maduros. Esto puede desmoralizar un poco, pero el proceso, aunque sea un poco pesado, también va acompañado de algo bonito: una de las consecuencias de este periodo de inhabilidad lingüística es que aprendemos a ser más humildes. Cuando empezamos a aprender un segundo idioma, tomamos en consideración nuestra lengua materna de forma diferente: de repente nos damos cuenta y agradecemos el poco esfuerzo que hemos necesitado para aprenderla. Incluso creo que al aprender otro idioma, también cambia el tono de nuestra voz, ya que gana más agilidad y elegancia cuando cambiamos a nuestra lengua materna. Andamos con más seguridad y con un grado de conocimiento más amplio, en el cual nuestra lengua materna no es el único idioma importante.