Ilustraciones de Daniela Jiménez
Suena loco, pero es tan real como sorprendente que una cultura minoritaria pueda trascender en el tiempo, convivir con otras culturas (aparentemente mucho más dominantes), asimilarse y mantener un idioma de uso oral y escrito sin que este sufra casi transformaciones en el tiempo. Lo cierto es que el galés que se habla en Argentina está intacto, igual que hace 150 años, como si lo hubiesen guardado en un congelador y lo hubiesen sacado recién.
De hecho, muchos galeses, además de venir a conocer la comunidad y tomar el té en el pueblo de Gaiman, vienen a perfeccionar su lengua, a viajar en el tiempo y conectarse con sus ancestros que hace más de un centenario se embarcaron para encontrar una tierra que les permitiera profesar su cultura libremente. Se puede decir que la Patagonia galesa es para muchos un universo paralelo en el que el idioma se mantuvo vivo de una manera particular, casi sin sufrir modificaciones por el paso del tiempo. Para muchos, esto se debe a que la forma en que la comunidad galesa mantiene el idioma intacto es asociándolo a la tradición, a la conexión con su pasado y su identidad, es una insignia y es un recuerdo vivo de su cultura.
En la actualidad hay entre 5000 y 12 500 personas que hablan galés en la Patagonia como lengua materna y unas 25 000 que la mantienen como segunda lengua. El galés se enseña en las escuelas, se canta en los coros de las capillas protestantes que fundaron los primeros colonos y se celebra en el Eisteddfod, una festividad de competencias de coro y poesía que comenzó en el siglo XII y se adoptó en la colectividad galesa argentina a partir de 1965, durante los festejos del primer centenario galés.
La llegada: en busca del nuevo Gales
Viajemos en el tiempo: estamos en el valle de Gales 153 años atrás y un grupo de personas de esta nación, preocupado por el futuro de su cultura, decide migrar a un lugar donde puedan seguir manteniéndola. Tiene que ser un lugar parecido a Gales, no tiene que haber nada ni nadie a su alrededor que perturbe, invada o persiga su idioma, sus costumbres y su tradición protestante. Suena utópico, pero así fue como más de 150 personas se embarcaron en “La Mimosa” para fundar una quimera que en ese momento fue bautizada como “Nueva Gales”. Dos meses después de navegar en alta mar, el 28 de julio de 1865, el velero ancló en el Golfo Nuevo, cerca de Puerto Madryn, Península Valdés —que, por cierto, es un lugar que cualquier persona del planeta debería visitar alguna vez en su vida.
Las imágenes de la zona del desembarco muestran un paisaje desértico, inmenso y extenso como el amarillo de su tierra, de sus matas y el contraste con los cielos celestes y violetas que lo circundan. Casi se puede sentir el viento de ráfagas que superan los 150 kilómetros, la sal y la espuma del mar, el frío de esa época del año. Era un clima muy hostil para ellos y es por eso que siguieron rumbo al Río Chubut para instalarse finalmente en el valle y establecer ahí su utopía.
La segunda inmigración galesa a la Patagonia tendría lugar recién en 1874, cuando un segundo grupo llegó incentivado por los mismos fundadores de Gales en la Patagonia.
El sincretismo de la integración: surge algo nuevo y único
¿Viste en esas películas o series de ciencia ficción en las que el o la protagonista viaja a una dimensión paralela y todo parece igual, pero hay detalles que lo hacen muy diferente? Bueno, eso es algo parecido a lo que pasó entre Gales y la Patagonia Galesa: las culturas de ambas son muy parecidas, pero hay algo que cambió entre ellas y tiene que ver con la integración que cada una experimentó en conexión y contexto con otras culturas.
En el primer caso, la integración con los ingleses y, en el segundo, con los argentinos. Los galeses que se asentaron en la Patagonia tuvieron dos tipos de encuentros y convivencias interculturales. La primera fue con los pueblos originarios Tehuelches. Sí, aunque suene surrealista, los galeses convivieron de manera pacífica con los pueblos originarios de la Patagonia y esto es un ejemplo y un hecho casi único en la humanidad, incluso tenían escuelas mixtas. Se dedicaron al trueque entre comunidades desde 1865 hasta 1878, año en que comenzaron una campaña militar llamada “La Conquista al Desierto”, que no fue sino la masacre organizada de la mayoría de los miembros de pueblos originarios patagónicos por manos del Estado. La segunda, fue con los inmigrantes de origen europeo que, a partir de 1914 comenzaron a poblar la Patagonia y Argentina en su totalidad.
El contacto con otras culturas, sobre todo con los migrantes europeos, llamados “nuevos argentinos”, sumado a una política de integración y nacionalización promovida por el estado argentino a comienzos del 1900 generó una integración y una asimilación, lo que se conoce como un proceso de “sincretismo cultural” en el que a partir del contacto entre culturas surge una nueva cultura; parecida, pero diferente.
¿Que costumbres galesas hay en la Patagonia que no haya en Gales?
Seguro que hay muchas más, pero estas dos son supertentadoras si alguna vez decides visitar la Patagonia:
La hora del té, es a todas horas
Sé que piensan que esta es una tradición inglesa, pero cuando lo vean, nada se comparará con la costumbre galesa en la Patagonia. El té galés a la canasta existe solo en la Patagonia y es una de las costumbres más deliciosas que tuve la oportunidad de probar. Tiene varias características que lo hacen único e irrepetible.
Existe un pueblo en Chubut que se llama Gaiman y su atractivo turístico reside en sus casas de té, que abren todo el día. Además, no sirven una sola taza de té, sino teteras interminables de un riquísimo té negro galés que acompaña una mesa de 7 variedades de tortas y pan con manteca salada. También hay una fecha especial, el 28 de julio, en conmemoración de la llegada de los primeros galeses a Argentina, cuando las capillas abren sus puertas para recrear esta tradición del té durante todo el día. Se cree que esta costumbre propia de los galeses patagónicos se adoptó desde un inicio, cuando la colectividad era pequeña y sufría la escasez de alimentos. Los primeros galeses se reunían en las capillas, llevaban algún alimento que tuviesen en sus casas y compartían el té en comunidad mientras decidían su futuro.
La torta negra
Esta es otra delicia exclusiva de la cultura galesa del sur de Argentina, ¡no hay otro lugar en el planeta donde exista esta exquisitez! ¿Sabes cuál fue su origen? Se dice que también surgió en momentos de escasez y que fueron las mujeres galesas las que, con harina, azúcar negra y frutos secos, crearon una torta húmeda que puede conservarse por meses fuera de la heladera sin que se degrade. Es como un vino; mientras más años, más rica es.
Espero que a partir de ahora, la hora del té no sea una costumbre que asocies solo a los ingleses y recuerdes que hay un pueblo y una colectividad en la Patagonia que está esperando para contarte su historia.