El presente retrato de usuario de Babbel es cortesía de James Nash, un joven de 20 años proveniente de Portsmouth, Inglaterra. James nos habla sobre su romance anglo-sueco con Anna-Louisa, su compañera de estudios en el programa de intercambio Erasmus.
Nunca me interesé mucho por los idiomas. En realidad no existen muchas personas en el Reino Unido que quieran aprenderlos. De hecho, la primera vez en la vida que necesité hablar en un idioma distinto del mío fue cuando terminé haciendo un año de Erasmus en Budapest. Puesto que allí el uso del inglés no se halla tan extendido como en gran parte de Europa Occidental, no tardé en comprender que tendría que aprender algo de húngaro.
Tomé algunas lecciones y rápidamente comencé a entender el idioma e incluso a hablarlo. Mi nivel de húngaro lo clasificaría tan solo como «de conversación», pero no dejó de ser un muy buen comienzo.
Naturalmente, sin importar cuán bien hagas algo, siempre aparecerá alguien cuyas habilidades hagan que te avergüences de las tuyas. Anna-Louisa era una de esas personas. Era sueca, hablaba inglés y alemán con fluidez, y había alcanzado el nivel intermedio en holandés, francés e italiano. ¡Y no hablaba como el cocinero sueco de los Muppets! Por el contrario, había adquirido un perfecto acento inglés cuando estudió en una universidad cerca de Mánchester.
Rápidamente nuestro contacto se hizo más estrecho e iniciamos una relación (hablando en inglés, por supuesto). La comunicación fluyó sin complicaciones, espontáneamente, pero siempre tuve la sensación de que debía hacer un esfuerzo mayor. De alguna manera parecía injusto que ella siempre tuviese que hablar mi idioma, aun cuando pudiera hacerlo perfectamente.
Así que decidí aprender sueco. Y también decidí no decírselo a ella.
Con mi compañero de habitación como cómplice, me registré en Babbel y ambos nos pusimos a aprender sueco. Al principio los progresos de aprendizaje fueron muy rápidos. Ya me iba familiarizando con más verbos y tiempos verbales, y mi pronunciación era cada vez mejor. Pronto fui capaz de hablar tranquilamente sobre mí, y mi compañero y yo conseguimos sostener conversaciones básicas. Fue una gran ayuda contar con alguien para practicar y discutir los cursos.
En un par de ocasiones casi revelo sin querer mi secreto. Recuerdo que una vez Anna-Louisa me pescó mirando interesadamente sobre su hombro para leer un artículo de un diario sueco. En otra oportunidad me preguntó por mi pronunciación, que le pareció demasiado buena, de una palabra que había decidido «enseñarme». Sin embargo, creo que en general cumplí bien mi cometido de mantener oculto mi proyecto hasta el momento oportuno de revelar toda la verdad.
Ese momento llegó cuando viajé a Suecia para conocer a sus padres. Una primera buena impresión siempre será esencial, ¿verdad?
La primera noche, después de cenar, estábamos sentados en la sala conversando. Anna-Louisa me estaba enseñando un libro de historietas sueco de su infancia y, para que yo me familiarizase un poco más con el idioma, me estaba traduciendo algunas palabras.
En ese punto, rebosante de expectativas, decidí reunir a la familia para hacer mi gran anuncio. Procedí a entregarles a los padres de Anna un pequeño obsequio que había traído de Budapest, y les expliqué que tenía un pequeño secreto que les quería contar a todos. Expliqué entonces que había estado aprendiendo sueco con Babbel, que quería ser capaz de hablar con ellos en su idioma y que esperaba que esto fuera visto como un signo de mi respeto por su cultura.
Por fortuna, su reacción fue tanto de sorpresa como de alegría. Creo que Anna-Louisa había tenido sus sospechas, pero con seguridad no se esperaba algo como esto. Particularmente su padre expresó su aprecio por el hecho de que yo estuviese aprendiendo sueco en una fase tan temprana de la relación, y dijo que era un gran gesto para toda la familia. Les dije que, la próxima vez que nos viéramos, querría hablar con ellos casi exclusivamente en sueco, de modo que aún tengo grandes propósitos…
Ahora estoy intentando hablar en sueco con Anna-Louisa con más frecuencia. Hace poco se vino a vivir al Reino Unido y nos hemos reubicado en Milton Keynes para trabajar. Espero con ansiedad el momento en que tengamos una «lengua secreta» que nuestros amigos y la gente que nos rodea no puedan entender…