Hemos comenzado una serie de retratos de usuarios de Babbel con extractos de sus vidas y las razones por las cuales quieren aprender un nuevo idioma. Si deseas compartir una historia con nosotros, simplemente escribe un comentario abajo. Este mes celebramos el día de San Valentín: una buena razón para entrevistar a TJ, un desarrollador de software de 26 años procedente de Albany, Nueva York. Por amor a su novia Mari, que es de Noruega, está aprendiendo noruego.
Conocí a mi novia Mari (de 26 años) en la Universidad de Albany, donde estaba inscrita como estudiante de intercambio de Noruega. Nos presentó un amigo común en un bar, y a mí ella me pareció muy guapa. Como desde el principio nos entendimos muy bien, la invité a cenar una semana después para que nos pudiéramos conocer mejor. No había entre nosotros ninguna barrera a causa del idioma, ya que su inglés es muy bueno: comenzó a aprenderlo desde que era niña y además estudió durante dos años en Australia. En nuestra primera cita hablamos sobre su país y la conversación realmente despertó mi interés. Ya había visto fotos y escuchado algunas cosas interesantes, pero después de hablar con Mari y conocer así la perspectiva de alguien de ese país, terminé enamorado de Noruega, ¡y también de Mari! Nos dimos cuenta rápidamente de que nuestro gusto coincidía en muchos aspectos: la música, los programas de televisión (excepto «The Bachelor», que detesto) y el humor sarcástico. Estuvimos hablando toda la noche, muy a pesar del camarero. No había conocido a cualquier chica, sino a alguien de otro país, con otras historias, costumbres y tradiciones, y esto cautivó de inmediato mi atención. Su acento se encargó de lo demás: me encanta cuando ella pronuncia la palabra «weather» (tiempo) como «wetter» (más mojado), o «thighs» (muslos) como «ties» (corbatas).
Antes de conocerla, no había tenido ningún tipo de contacto con el idioma noruego. Si bien siempre me había sentido fascinado por los países escandinavos, su paisaje y su cultura, esta atracción nunca había sido lo suficientemente fuerte como para motivarme a aprender uno de sus idiomas. En la escuela había aprendido español, pero lo había olvidado casi todo. Cuando conocí a Mari, sin embargo, tomé la férrea decisión de aprender noruego. Quería poder conversar en noruego con su familia cuando la visitara, y, de hecho, lo hice recientemente: Mari y yo viajamos a Noruega para celebrar la Navidad con su familia. Como apenas llevo unos pocos meses aprendiendo el idioma, mi comunicación estaba limitada a frases sencillas. Fue bastante divertido constatar que el niño de seis años con quien hablé en noruego tenía más o menos el mismo vocabulario que yo. Todavía me resulta difícil seguir las conversaciones, pero esto solo aumenta mi motivación de seguir mejorando hasta nuestro próximo viaje, que será en el verano.
Como es natural, también hay momentos en los que pierdo el ánimo. Inicialmente estaba muy entusiasmado, pero después de un par de semanas sentí que la meta era inalcanzable. Es necesario aprender mucho vocabulario, pero el cerebro solo es capaz de abarcar una cantidad determinada al día. Cada vez que me sentía frustrado, se debía a que simplemente había pretendido asimilar demasiado de una vez. Ahora ya lo sé: aprender un idioma es una carrera de fondo, no de velocidad.
Mari también me ayuda mucho en mi propósito: aunque entre nosotros hablamos en inglés, a veces repite al final en noruego lo que ha dicho. Mari tomó la decisión de quedarse en los Estados Unidos para que podamos estar juntos. Hemos solicitado una visa tipo K1 (para prometidos), la cual nos permitiría casarnos y autorizaría a Mari para residir permanentemente en los Estados Unidos. Por el momento solo puede quedarse por un plazo máximo de 90 días, de manera que en los periodos en que ella vuelve temporalmente a casa, llevamos una relación a distancia. El último verano hablamos todos los días por skype e incluso conseguimos encontrarnos en julio (aunque solo fuese por 24 horas), durante el viaje a Italia que hice con mi familia. Pero ahora Mari está de nuevo junto a mí, por 3 meses, y se supone que en las próximas semanas recibiremos la respuesta del gobierno estadounidense. Tan pronto obtengamos la aprobación, pensamos mudarnos a la costa oeste y, de ser posible, preferiblemente a San Francisco o Portland.