Del 1 al 10, ¿qué tanto quieres irte de vacaciones?
Rápidamente nos imaginamos la visión del mar en frente de nuestros ojos, las olas rompiendo en la orilla, el granizado en la mano y los pies inmersos en la arena caliente. Ah, ¿que preferimos otro destino? Una ciudad que merezca la pena visitar, ¿tal vez? No importa: irse de vacaciones significa relax, un descanso después de los duros meses invernales, ¡el dónde y el cuándo dan igual! Lo importante es divertirse, gozar del tiempo libre y regresar al ordenador más reposados tras una experiencia enriquecedora.
Y hablando de riquezas, este es el punto clave de todo el artículo: muchas veces, entre desplazamientos, comidas y estancias, el merecido reposo acaba costándonos demasiado. Bueno, antes de desanimarnos y tirar la toalla, es importante informarnos sobre las soluciones que nos ayudarán a ahorrar sin tener que renunciar a nada. Ya sabemos que hay compañías aéreas low cost pero, ¿por qué no buscamos otras estrategias ahorrativas?
Pasamos las barreras inútiles
Quien solo habla una lengua (en este caso, español) tiende a delegar la organización de sus viajes a una agencia de turismo, a un guía o a otra persona que domine el idioma o la zona a visitar. Sí, por un lado es muy cómodo irse de vacaciones y no pensar en nada, por otro es un poco fastidioso pagar un dinero extra solo para que alguien se ocupe de los detalles de nuestra estancia. Conocer la lengua del destino a donde vamos —o al menos hablar inglés— hará que todo sea más fácil e incluso más rápido: las vacaciones las organizaremos desde el primer día hasta el último y sin necesitar un intermediario. Esto, además, se traduce en una mayor independencia y libertad: la mayor parte de las personas no sueña con viajes organizados en los que están obligados a socializarse con los compañeros del autocar. ¡Hasta la pausa para ir al baño tiene su horario!
Alojamiento y comida
Cuando se llega a un sitio nuevo, a veces sucede que nos agobiamos y reservamos una o dos noches más comidas en el primer sitio que nos encontramos, y olvidamos casi siempre que los alojamientos que están más a la vista suelen ser los más caros, y no por ello los de mejor calidad. No hay que dejarse llevar por los restaurantes con menús traducidos al español, sino que siempre será mejor esforzarse un poco y buscar un sitio auténtico, donde seguramente se comerá mejor, ¡y se pagará menos!
Si, al fin y al cabo, uno habla y mastica el idioma de la zona o región, podrá enterarse de eventos locales y autóctonos, y aprovechar lo que tal vez serán oportunidades únicas e irrepetibles de sumergirse en la autenticidad de la cultura y las costumbres locales.
La recompensa justa
Allá donde fueres… ¡da la propina que vieres! Para no arriesgar todo el presupuesto del viaje o incluso peor, para no quedar como maleducados o tacaños, necesitamos saber cuánto se debe dejar de propina en hoteles y restaurantes. En caso de que lo normal sea dejar propina, tendremos que preguntar cuánta es la cantidad habitual. Eso sí, mejor si no le preguntamos al camarero como turistas… ¡puede que nos engañen un poco! Mejor podemos preguntar a un paisano —en su idioma— y seguro que nos podrá ayudar mejor.
¿Taxi? ¡No, gracias!
Esta es otra buena oportunidad para ahorrar un poco de dinero en las vacaciones: quien se encuentra en un país extranjero donde no habla el idioma, normalmente se siente desorientado y se resiste a preguntar y pedir indicaciones. Además, para asegurarse de que llegará al destino de forma rápida e inequívoca (ya se trate del hotel o de un monumento o museo indicado en la guía) el turista se decidirá por el taxi y se gastará una buena parte del presupuesto en traslados.
Preguntando por información a la gente del lugar seguro que podremos descubrir que la meta de nuestro destino está, en realidad, mucho más cerca de lo que pensábamos (¿quizá se puede alcanzar a pie o con una bicicleta de alquiler?) o a lo mejor existe un autobús que justo hace ese trayecto. Seguro que todas estas últimas opciones son más económicas que el taxi, ¿no?
Créanme, ¡de verdad vale la pena!