Los errores pueden generar situaciones increíblemente embarazosas, sean lo graves que sean. Sin embargo, la mayoría de las veces, cometer un error no tiene nada de malo. Por ejemplo, cuando se está aprendiendo un idioma, errar es de lo más normal. De hecho, se aprende precisamente de los errores. Otro aspecto interesante relativo a los errores es que todos los cometemos, aunque a menudo no nos damos cuenta. Cuando vemos que nadie es infalible, nos resulta más fácil aceptar nuestros propios errores. Y este es un momento fundamental del aprendizaje. Por ese motivo hemos reunido siete errores famosos que te darán un poco de consuelo: se trata de erratas que tuvieron consecuencias de calado: algunas dieron lugar a equívocos divertidos… pero llegaron a causar la interrupción de nada menos que una misión espacial.
7 errores famosos y sus consecuencias
La Biblia para adúlteros
Imagínate que eres un impresor a quien el rey de Inglaterra le encarga la impresión de la Biblia. Ahora imagínate que eres el mismo impresor y que te das cuenta de que te has saltado un “no” de uno de los diez mandamientos. Precisamente el séptimo: “Thou shall not commit adultery”. De ese modo, “No cometerás adulterio” se convierte en “Cometerás adulterio”. Fue un error garrafal que llevó, por supuesto, a la retirada y destrucción de todas las Biblias que lo contenían. Sin embargo, algunas sobrevivieron: 16 copias se conservan en varias bibliotecas (entre ellas la Biblioteca Pública de Nueva York y la Biblioteca Británica), mientras que, de vez en cuanto, otras van saliendo a la luz: en 2018 una copia de esta “Biblia impía” se vendió en Sotheby’s por algo más de 50.000 dólares.
Masajes subliminales
Y, a propósito de erratas, una de las más famosas tiene que ver con una celebérrima cita del sociólogo canadiense Marshall McLuhan, “The medium is the message”, es decir, “El medio es el mensaje”, que aparece en su ensayo fundamental “Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano”, de 1964. Unos años después, McLuhan escribió un libro experimental cuyo título debía citar justamente esa famosa frase, pero por culpa de un error tipográfico terminó siendo “The medium is the massage”, es decir, “El medio es el masaje”. Lo más interesante, sin embargo, es que a McLuhan el error le pareció particularmente adecuado para el concepto de la obra en cuestión, entre otros motivos porque, como dijo él mismo, “The medium is the message” había tenido tantísimo éxito que se había convertido en un cliché. En cualquier caso, no se trató de uno de los errores famosos más buscados, pero igualmente triunfó: una prueba más de que no todos los errores nos perjudican.
Monedas muy caras
En 2010 Gregorio Iñiguez, director de la Casa de la Moneda chilena, se dio a conocer en todo el mundo por una errata que pasará a la historia. Al acuñar 1,5 millones de monedas de 50 pesos, la Casa de la Moneda se equivocó en la escritura de la palabra en la que menos habría debido equvocarse, de modo que el estado chileno se encontró con una avalancha de monedas en las que figuraba “Chiie” en lugar de “Chile”.
Misión abortada
En 1962, en plena carrera espacial, la NASA se preparaba para llevar a cabo una misión con la que pretendía recabar información sobre Venus. La misión, llamada Mariner 1, iba a lanzarse oficialmente el 22 de julio de ese año. El lanzamiento, de hecho, se llevó a cabo, pero el viaje del Mariner 1 hacia Venus duró mucho menos de lo previsto. Al final, la NASA se vio obligada a hacerlo explotar por un error aparentemente banal: un programador se había olvidado de añadir un guion sobre una variable, lo que causó un comportamiento inesperado del cohete. Y así los 19 millones invertidos en la misión se convirtieron en humo por culpa de un simple signo.
Palabras que no lo eran
Y si crees que quienes redactan los diccionarios son inmunes a los errores famosos, te equivocas. Durante unos años, el Merriam-Webster, uno de los diccionarios de lengua inglesa más vendidos y prestigiosos, incluyó una palabra que no existía en ese idioma: “dord”, que según los lexicógrafos significa “densidad”. Sin embargo, al cabo de un tiempo alguien sospechó de la falta de referencias etimológicas y el secreto terminó saliendo a la luz. Resulta que el redactor responsable del léxico de química había añadido una acepción junto a la letra “d” y escribió: “D or d, cont./density”, es decir, que la letra “d” (mayúscula o minúscula) representa, entre otros significados, la forma contraída de “density”. ¡Pero quien leyera esa acepción entendía que “dord” era un sinónimo de densidad!
Los cuernos de Moisés
Si has estado en Roma, tal vez hayas tenido ocasión de visitar la iglesia de San Pietro in Vincoli, en la que se encuentra una de las obras más imponentes de Miguel Ángel, el Moisés. Y si aguzaste la vista, notarías los dos cuernos en la cabeza de Moisés. ¿Todo correcto o Miguel Ángel quiso darle una dimensión demoniaca al profeta? Para nada: los cuernos son parte integrante de la iconografía relativa al profeta. Sin embargo, esto se debe a un motivo muy curioso: un error de traducción. Puesto que el hebreo no refleja las vocales en la forma escrita, San Jerónimo, quien en el siglo IV d. C tradujo la Biblia de este idioma al latín, leyó qérén (“dotado de cuernos”) en lugar de qâran(“resplandeciente, que emana luz”). Por eso durante muchos siglos se pensó que Moisés, tras recibir las Tablas de la Ley, bajó del Monte Sinaí con la cabeza coronada de cuernos y sin emanar ninguna luz. En realidad, en la época de Miguel Ángel este error ya era ampliamente conocido, pero evidentemente la iconografía aún no se había adaptado a la corrección.
James Joyce, Samuel Beckett y “Finnegan’s Wake”
Pero, al fin y al cabo, ¿qué es un error? Esto debió preguntarse James Joyce, el autor de “Finnegan’s Wake”. En esta obra, Joyce aplicó la técnica narrativa del flujo de conciencia hasta el punto que está considerado uno de los libros más difíciles de traducir, si no imposible de traducir. Baste un ejemplo para que te hagas cargo de su complejidad: un día, mientras Joyce le dictaba a Samuel Beckett, alguien llamó a la puerta y el escritor irlandés dijo: “Adelante”. Beckett no se dio cuenta de que esa palabra no formaba parte del relato y lo escribió junto con el flujo de palabras que Joyce le estaba dictando. Más tarde, al releer el texto, Joyce ve el error, pero decide conservarlo como está. No está demostrado que la anécdota sea auténtica, pero Beckett la contó así en una entrevista: una forma como cualquier otra de decir que los errores, inventados o no, son dignos de una historia y siempre pueden enseñarnos algo.
Esperamos que esta lista de errores famosos te haya consolado un poco; acuérdate de ellos la próxima vez que estés tratando de hablar en un idioma extranjero y te bloquee el terror de meter la pata y quedar en ridículo. ¡Nadie está a salvo de errar, ni siquiera nosotros! De hecho, en este artículo hemos dejado una errata adrede… ¿Eres capaz de encontrarla?