El género gramatical de un idioma está lejos de ser trivial, especialmente si reconocemos el impacto del lenguaje en nuestra cotidianidad, así como en la forma en la que percibimos el mundo. Las preguntas, al menos para mí, surgieron cuando empecé a aprender otros idiomas y me topé con situaciones del día a día en las que se me hicieron evidentes la asignación arbitraria de género y el hecho de que, en español, el género gramatical masculino tiende a usarse por defecto.
¿Útil o no?
Si la distinción entre masculino y femenino es parte de la cotidianidad de los hispanohablantes (y muy extraña para los angoparlantes), haríamos bien en recordar que cada idioma tiene su propio enfoque peculiar de género. En algunos casos no existe en absoluto, como ocurre en las lenguas ugrofinesas, las que no distinguen entre masculino y femenino, sino entre animado e inanimado como las lenguas eslavas. Si un húngaro o una finlandesa hablan de cómo su abuela les contaba historias, se referirán a “ella” como “ello”. El vasco, el estonio, el turco y, en cierta medida, el mandarín, ignoran el género completamente.
Si damos un vistazo más de cerca, se hace evidente el por qué la distinción “objeto animado / inanimado” precedió a “masculino / femenino”. ¿Por qué? Bueno, Antoine Meillet, uno de los principales lingüistas del siglo XX, argumenta que se hizo así porque esta última simplemente no era útil. Como prueba, Meillet cita al caos que reinaba entre los diferentes idiomas, lo que demuestra que el género gramatical de una palabra no se deriva de sus características “reales”. ¿Por qué una llave es masculina en alemán (der Schlüssel), pero femenina en español? ¿Por qué una silla es femenina en español pero masculina en alemán (der Stuhl)? Otro indicador es la discordia ocasional entre el género “gramatical” y el “natural”, como es el caso de la palabra alemana para niña, Mädchen, que de hecho es neutra. O para citar a Mark Twain: “En alemán, una niña no tiene sexo, mientras que un nabo sí” (en alemán: das Mädchen y die Rübe).
Puede que estas diferencias entre un idioma y otro sean evidentes, pero el verdadero misterio del género se puede descifrar incluso dentro de un idioma. Es bastante fácil reconocer un vínculo simbólico con el género gramatical en el caso de, digamos, la madre tierra (siendo la tierra una palabra femenina en la mayoría de los idiomas). Ahora bien, ¿por qué el género gramatical de algunas palabras nos parece bastante obvio y el de otras no?
Es por esto que muchos lingüistas se niegan a ver reflejada nuestra visión del mundo en el género gramatical. Puede ser útil para especificar una situación, pero a menudo no en un contexto general. Por ejemplo, no parece molestarnos cuando escuchamos “la caza de los leones” cuando está demostrado que las que cazan son las leonas. Por su parte, debido a su falta de género, los finlandeses solucionan este problema fácilmente, agregando palabras como “femenino, masculino, hombre o mujer” al sustantivo correspondiente.
Y así, Dios creó al hombre y al género femenino
Los esfuerzos para reconstruir teóricamente cualquier idioma protoindoeuropeo, es decir, la supuesta reconstrucción prehistórica de las lenguas europeas actuales, tienden a demostrar que la distinción primaria era aquella entre animado e inanimado. Esta fue desapareciendo poco a poco (dando lugar a la femenina / masculina), mientras las religiones monoteístas reemplazaban las creencias animistas. Mientras que lo femenino estaba fuertemente asociado con las nociones de fuerza y poder en los tiempos paganos, las religiones monoteístas comenzaron a asociarlas con la masculinidad. Arent J. Wensinck y Jean Markale fueron quienes introdujeron esta idea, pero comprobarla sigue siendo un tema complicado.
Algo mucho más evidente y rastreable es el dominio gradual del género masculino. En griego y en latín, la “regla de proximidad” (en la que el adjetivo concuerda con el género del sustantivo más cercano). Sin embargo, si desde un comienzo tanto masculino como femenino hubieran estado presentes, ¡seguramente el adjetivo no sería el responsable de declinar lo femenino! Y, por lo tanto, el género masculino no se hubiera impuesto como el género gramatical por defecto en idiomas como el español o el francés.
El género gramatical: una historia cultural
Como hemos visto, parece que el género gramatical no está relacionado con nuestra experiencia del mundo, ni tampoco surge de una verdadera necesidad comunicativa. Por el contrario, es más bien consecuencia de la evolución histórica, claro está con una influencia gramatical, influenciada mayormente por la cultura.
La diversidad lingüística al rededor del mundo es una prueba de que no hay un estándar definido que estipule que el género gramatical se debe percibir de la misma manera. Todo lo contrario, todos tienen su propia versión única: el finlandés y el húngaro no tienen géneros, el alemán hace malabares con tres y el inglés lo usa solo para las personas y todo lo demás lo engloba en la omnipresente categoría it (eso).
Sin embargo, estas situaciones cambian. El sueco ha demostrado que no es intocable y que la estructura de un idioma es capaz de evolucionar de la mano de las normas sociales. En los años 60, por ejemplo, se introdujo el pronombre “hen” como una primera alternativa a “él” y a “ella”. Desde entonces, su popularidad ha aumentado y es común escucharlo en la radio o leerlo en los periódicos. Actualmente se usa como pronombre no binario y en casos en los que no es necesario mencionar el género de una persona. Así, sin complicarse tanto, ante la necesidad de un nuevo pronombre, se logró crear; esto tal vez sirva de motivación y ejemplo de que es posible emanciparse de la establecida visión binaria del mundo.
En uno de sus libros, Roland Barthes escribió que “la lengua, como ejecución de todo lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir”, reafirmando el poder real y concreto del lenguaje, dejando de lado la presunción de que el debate del género gramatical es algo superficial.
Para concluir, si el género gramatical no es producto de las experiencias del día a día, pero aún así influye en la manera como vemos el mundo, ¿no es hora de reconsiderar los valores ideológicos de la forma en la que usamos el “género”?
Por ahora solo nos queda la incertidumbre de si para Shakespeare, la luna era masculina o femenina.