Estar en un país diferente durante mucho tiempo definitivamente te hace pensar en tu ciudad o país natal más de lo que te imaginas. Echemos un vistazo a las palabras y expresiones argentinas más comunes que te harán sentir como en casa.
Hacete unos mates
Para muchos extranjeros, el mate es un misterio. Una búsqueda en Google muestra resultados como: ¿Qué es eso que los argentinos comen como pasto mojado en un bowl? ¿El mate es una sustancia alucinógena? El mate es una infusión amarga hecha con hojas de yerba mate que se consume en varios países de Sudamérica, pero en Argentina es más que una bebida: es un ritual compartido. En este punto tengo que aclarar que soy una hereje porque no tomo mate (nunca adquirí la costumbre) así que no soy experta en el tema. El mate se suele tomar en grupo, una persona ceba (lo prepara con mucho arte) y se lo va pasando a quien le toque. Esta es una de las expresiones argentinas que une a los viajeros: cada vez que me cruzo con un argentino por el mundo, recibo la misma propuesta: ¿tomamos unos mates? Y antes de que pueda responderles, me empiezan a contar que casi les retienen la yerba en algún aeropuerto asiático pensando que era droga, o que otro argentino les regaló el paquete que le sobró antes de volver a casa, o me muestran con complicidad y orgullo el kit de mate que cargan en la mochila.
Traje facturas
En Argentina las facturas se comen. Y no me refiero a las cuentas del gas o de internet, sino a las masas dulces que nunca faltan en el desayuno o la merienda. El café con leche y medialunas es un clásico. Algunas confunden a las medialunas con una imitación del croissant, pero no tienen nada que ver: el croissant es salado y aireado, la medialuna es dulce, compacta y perfecta. Como consumidores compulsivos de medialunas, sabemos detectar cuando están frescas y calentitas, cuando están secas o son de ayer. Las medialunas no son las únicas facturas: también hay vigilantes, cañoncitos, suspiros de monja, sacramentos, bolas de fraile… Todas bautizadas con esos nombres por un grupo de panaderos anarquistas que, como protesta, decidieron burlarse de distintas instituciones como la policía, el ejército y la iglesia a través de los nombres de sus productos.
El dulce de leche es sagrado
Para seguir con las expresiones argentinas: el dulce de leche es orgullo nacional. Hay quien dice que es muy empalagoso o demasiado azucarado, yo digo que no entienden nada. En diez años de viajes no encontré algo igual (no, ni el caramel francés). El dulce de leche va bien con todo: con pan, con facturas (hay facturas que ya vienen rellenas de dulce de leche), con galletitas, con banana, con brownie, con tortas de cumpleaños (no es una torta si no tiene dulce de leche). El helado de dulce de leche granizado es un clásico (el helado en sí se merece un artículo aparte) y hay heladerías que ganan su prestigio por hacer “el mejor helado de dulce de leche del barrio”. Y el dulce de leche es el ingrediente fundamental en uno de nuestros productos gastronómicos preferidos: el alfajor.
Este finde hay asado en casa
Nuestra gastronomía no será la más variada, pero nos encanta comer y, sobre todo, comer en compañía. Así como el mate es más que una infusión, el asado es más que una manera de cocinar la carne: es una actividad social. Un asado se organiza con anticipación, las tareas se dividen y todos colaboran con algo: preparar las ensaladas, comprar la carne, traer las bebidas y el hielo, hacer el fuego, preparar la picada (lo que se come antes de que se salga la carne, en general queso, maní, aceitunas), poner música, traer los postres. El asador queda a cargo de la parrilla. Lo primero que suele salir son los choris, y las papas a la brasa quedan para el final. Entremedio, de la parrilla pueden salir hamburguesas, bife, pollo, entrañas, cerdo, aunque el asado suele ser de carne vacuna. Cuando los platos quedan vacíos el asado no se termina: ahí empieza la sobremesa, ese largo rato en el que nos quedamos sentados a la mesa conversando acerca de la vida.
Dame otro Fernet con coca
En cada país suele haber una bebida o comida típica que oficia de “prueba de fuego” o “rito de iniciación” para cualquier invitado extranjero: en Argentina es el fernet. Es una bebida alcohólica a base de hierbas, con unos 40 grados de graduación alcohólica, creada en Italia originalmente como un digestivo. En el siglo 19 llegó a Argentina y hoy consumimos más de 3/4 partes de la producción mundial, pero con un toque local: el fernet se toma con mucho —mucho— hielo y Coca Cola (nada de Pepsi ni Coca Light). Los extranjeros dicen que sabe a jarabe, que es muy amargo, algunos atrevidos dicen que es asqueroso. Lo cierto es que para el extranjero que se enamora del Fernet no hay vuelta atrás: mi marido es francés y, en cada lugar del mundo al que vamos, buscamos desesperados botellas de Fernet en las góndolas de los supermercados.
Boludo
Esta debe ser una de las expresiones argentinas más dichas, y aún así es difícil dar una definición exacta de boludo. Literalmente, hace referencia al tamaño de los genitales masculinos, y el diccionario dice que se usa para expresar que alguien es tonto. Pero para nosotros no es un insulto (aunque puede serlo, según el tono con que se diga y el contexto en que se use). Nos decimos boludo o boluda entre amigos (“boluda, no sabés lo que me pasó”), decimos “no seas boludo” para alentar a alguien que no se anima a hacer algo, le decimos a alguien que “deje de hacer boludeces” para pedirle que se deje de tonterías, el “dale, no me boludees” se usa para pedirle al otro que nos tome en serio o no trate de engañarnos. Si decimos que algo “es una boludez” quiere decir que nos parece fácil, y si alguien “se hace el boludo” es porque se está desentendiendo de la situación. Y si bien a veces usamos “sos un boludo” como un insulto, siempre estará varios escalones más abajo que decir “pelotudo”, que literalmente significa lo mismo pero tiene una connotación más fuerte.
En pedo / de pedo / al pedo / a los pedos
Esta es una de las expresiones argentinas que se usa de mil maneras. Literalmente, un pedo es… cómo decirlo… una ventosidad corporal, pero su significado cambia según el artículo que se le anteponga. Entonces, estar “en pedo” es estar borracho (si la borrachera es muy fuerte, uno tiene “un pedo de colores”), aunque también es una manera de decirle a alguien que está loco (“¡estás en pedo, eso no es así!”). Hacer o lograr algo “de pedo” es por casualidad o por suerte (“llegué a tiempo de pedo, porque había mucho tráfico”), estar “al pedo” es estar sin hacer nada (“hoy no trabajo, estoy al pedo”), pero también se puede usar para referirse a algo que es inútil (“es al pedo que le pidas eso, no lo va a hacer”). Ir “a los pedos” es ir muy rápido (“esa moto va a los pedos” o “estás yendo a los pedos, no te entiendo nada”), decir que no vas a hacer algo “ni en pedo” es que no lo harías ni loco y, finalmente, “tirarse un pedo” es expulsar un gas.
Qué quilombo
La palabra “quilombo” viene del lunfardo y significa, literalmente, burdel. ¿Qué es el lunfardo? Una jerga o habla popular que surgió en Buenos Aires y sus alrededores durante la segunda mitad del siglo 19. Muchas expresiones argentinas llegaron con los inmigrantes europeos, especialmente italianos, y fueron popularizadas por el tango y otros géneros musicales. Muchas de las palabras que usamos hoy en Argentina vienen del lunfardo, y quilombo es una de ellas. Para nosotros un quilombo es un lío o algo complicado. “Esto es un quilombo” o “¿qué es este quilombo?” también puede hacer referencia al desorden de un lugar o situación. Si le pedimos a alguien que “no nos meta en quilombos” es porque no queremos líos. Y si lo queremos decir al vesre (al revés), decimos “qué bolonqui”.
Che
“Che” debe ser otra de las expresiones argentinas que más decimos y la que más nos representa fuera de Argentina, aunque se usa en varios países y tiene un origen difícil de definir. El “che” se usa en Valencia (España) hace varios siglos, en Italia (se cree que así llegó a nuestro país) e incluso en las comunidades indígenas del norte de Argentina (en guaraní, “che” significa “mi”). En Argentina usamos el “che” informalmente como interjección, para llamar la atención de alguien con quien tenemos confianza (“che, ¡mirá eso!”), para hablar con todos los que están presentes (“che, no saben lo que me pasó”), para dar una orden (“dale, che, vení”), para reemplazar el nombre de un amigo o especialmente para dirigirse a una persona e (“che, ¿te conté lo que dijeron?”) y a veces hasta para llenar silencios en una conversación con (“pero, che, ¡qué cosa bárbara!”).
Te mando un beso
Los argentinos somos muy besucones. Nos damos un beso en el cachete (la mejilla) para saludarnos con casi todo el mundo. Las mujeres nos damos besos con mujeres y con hombres, los hombres también se dan besos, todos nos damos besos entre todos para saludarnos. Terminamos las llamadas telefónicas, chats o emails diciendo “un beso” (a menos que tengamos que ponernos formales, y en ese caso nos mandamos “saludos”). Algunos extranjeros que vienen de países donde el saludo es más distante se sienten un poco intimidados por tanta cercanía. Y es que los argentinos no solo besamos, también nos abrazamos y nos decimos “te quiero” (no solo entre parejas, sino mucho entre amigos).
La amistad para nosotros es tan importante como la familia, y aprovechamos cada momento para expresarlo. Esta es una de las cosas que más me gusta y más extraño cuando no estoy en Argentina (sí, incluso más que el dulce de leche).