Algunos estudiosos consideran las expresiones de Milán y el dialètt milanes una auténtica lengua. Literatos, dramaturgos y poetas de Milán, como Bonvesin de la Riva (1240-1315), Carlo Maria Maggi (1630-1699) y Carlo Porta (1775-1821) contribuyeron de forma determinante a la evolución lingüística y literaria del idioma de Milán. Y no solo ellos… El primero de una larga lista es Alessandro Manzoni (1775-1821), aunque para la redacción definitiva de 1840 de su obra maestra, Los novios, prefirió optar por por el italiano y jamás escribió más que un puñado de versos en su ‘lengua materna’. En cambio, la lápida de la tumba de Marie-Henry Beyle, más conocido como Stendhal, en el cementerio parisino de Montmartre, reza: «Arrigo Beyle / milanese / scrisse / amò / visse», un epitafio que atestigua el profundo vínculo del escritor con esta ciudad. También cabe citar a un gigante del Novecento, es decir, del siglo XX italiano, Carlo Emilio Gadda, conocido como Ingegnere in blu, pues la ingeniería fue su primera profesión.
Alrededor de 1980, el Circolo Filologico Milanese elaboró un estándar moderno del dialecto milanés que, de primeras, puede sonar parecido al francés en unos casos y al español en otros. Y es que muchas de sus palabras son, de hecho, calcos lingüísticos. Existe una gramática del dialecto milanés, un pequeño manual de escritura e incluso varios vocabularios que proponen un uso correcto de la gramática, la ortografía y el léxico milaneses.
Entonces, ¿los dialectos italianos pueden considerarse lenguas en derecho propio? La respuesta es bastante más compleja que un simple sí o no. Solo hay que tener en cuenta que la unidad de Italia –al menos la geopolítica–, que no se completó hasta 1861, fue muy anterior a su unidad lingüística, a la que contribuyeron, a mediados del siglo pasado y de forma determinante, los medios de comunicación: primero la radio y luego, la televisión. En este último caso, también mediante programas educativos populares, dirigidos precisamente a quienes no hablaban más que su dialecto y no sabían leer ni escribir, con la intención de reducir al máximo las tasas de analfabetismo, que en aquella época aún eran muy elevadas. Por ejemplo, el programa Non è mai troppo tardi, que fue emitido por la televisión nacional Rai entre 1960 y 1968. Lo presentaba el maestro Manzi, que se esforzaba en ilustrar a su público en las normas elementales del italiano, tanto hablado como escrito. ¿Cuál era su objetivo? Así pretendía ayudar a la gente a conseguir al menos el graduado escolar.
Una cosa es indiscutible: todos los dialectos, como las lenguas, los ritos y las tradiciones de los diversos grupos étnicos, ya sean más o menos numerosos, constituyen un bien cultural inmaterial –cada vez en más peligro de caer en el olvido– y forman parte de un patrimonio común que debe ser tutelado. Especialmente hoy, con la desaparición paulatina de las generaciones que se encargaron de custodiar este tesoro, es cada vez menos habitual su uso como lengua vehicular y cotidiana.
Antes de continuar, te ofrecemos unas pocas reglas útiles para proseguir la lectura:
- El sonido «u» se escribe «o» (por ejemplo, “tosa” se pronuncia “tusa”)
- el sonido «o» se escribe «ò» (p. ej. giò, dòna, nò)
- el sonido «ü» se escribe «u» (p. ej. dur, pur, magutt)
- el sonido «ö» se escribe «oeu» (p. ej. fioeu, se pronuncia como eu en francés)
- la «c» a final de palabra se pronuncia suave /ʧ/ (p. ej. tucc, frecc)
- el sonido sonoro «z» se sustituye por el sordo «s» (p. ej. “piaza” se pronuncia “piasa”)
- en general se tiende a abrir las vocales, particularmente la «e» (p. ej. “perché” se pronuncia “perchè”)
- las vocales duplicadas a final de palabra se pronuncian con un sonido largo y cerrado (p. ej. “miee” se pronuncia “miée”)
Los milaneses llaman a su dialecto meneghin, como Meneghin, un personaje tradicional del teatro milanés de finales del siglo XVII, fiel y amable, que se hizo famoso entre los personajes de la Commedia dell’arte, más conocida como Commedia italiana fuera de las fronteras de este país.
El auténtico milanés
El lema de los meneghini “con denominación de origen” es sin duda Milàn e poeu pu (lit. Milán y nada más); en el fondo es cierto que los milaneses son un poco arrogantes y mantienen las distancias: quienes no son “de verdad” de Milán vegnen tucc de foeura (lit. vienen todos de fuera). Para ser “de fuera” basta haber nacido un poco más allá de los límites de la ciudad. Eso es suficiente para tener que oír: ti, ti te set minga de Milàn! (lit. ¡tú, tú no eres de Milán!).
El milanes arius, es decir, el milanés de campo, es el que se jacta de ser milanés sin ser de Milán (p. ej. un brianzoeu, alguien de Brianza).
Sin embargo, esto no hace de Milán una ciudad poco abierta y acogedora. ¡Al contrario! No en vano se dice milanes cunt el cor in man (lit. milaneses con el corazón en la mano) precisamente porque son muy generosos… ¡Incluso demasiado! Por eso en algunos casos es más adecuada la expresión, bun e cujun (lit. buenos y tontos). Llegados a este punto, cabe citar también el tipo de hombre bauscia (baboso) que indica irónicamente al milanés fanfarrón. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que en Milán es de uso coloquial poner artículos y preposiciones articuladas antes los nombres propios (p. ej. “il Carlo” y “la Maria” o “quel libro è del Giovanni”).
Tirèmm innanz, es decir: vayamos adelante.
Modismos de Milán
Lo primero que hay que saber es que, cuando hace mucho frío, en Milán no se dice que hace un freddo cane, como en italiano, sino on frecc de biss (lit. un frío de culebra); tal vez sea por la schighera (niebla) que siempre ha caracterizado el imaginario que tienen los forasteros de esta hermosa ciudad.
Fa ballaa l’oeucc, me racomandi! (lit. ¡haz bailar el ojo, por favor!) es una advertencia habitual que insta a prestar atención, a tener los ojos bien abiertos: un “ojo que baila” constituye una imagen muy gráfica de un ojo móvil, avispado y atento a todo aquello que sucede a su alrededor. También lo es un bel belé, una de las expresiones de Milán mas cariñosas típica para un lindo niño. Si el niño, en cambio, no es tan lindo, se oirá decir: brutt in fasa, bel in piaza (lit. feo de cara, guapo en la plaza), con lo que se quiere dar a entender que un niño poco agraciado será guapo, con seguridad, cuando crezca. Se habla también de amor de’ fradej, amor de’ curtèj (lit. amor de hermanos, amor de cuchillos); aunque lo habitual en familia es que vùna man, lava l’altra (lit. una mano lava la otra), es decir, se ayuden mutuamente.
Expresiones de Milán (que también son injurias)
Una de las expresiones de Milán que es especialmente irónico: te set andaa a scoeula de giovedì (lit. tú fuiste a la escuela del jueves). Se usa para llamar ignorante a alguien. ¿Sabías que en Italia durante la época fascista no había escuela los jueves?
Una de las expresiones de Milán, entre las más célebres en la ciudad, es sin duda ma va a ciapaa i ratt! (lit.¡vete a cazar ratones!). Es la forma más habitual de «mandar a freír espárragos» a alguien. Y lo mismo, ma va a ramassaa el mar! (lit. ¡vete a barrer el mar!). Se trata de dos actividades definitivamente infructuosas, tal vez útiles solo para quitarse de en medio a personas molestas. Una alternativa podría ser ma va a da’ via i ciapp! (lit. llévate las nalgas por ahí), es decir, ¡gírate y vete!
Ué ti, fa minga el barlafus! (lit. ¡eh tú, no seas charlatán!)
Parece que, originariamente, barlafus se refería a una persona hambrienta, pero con el paso del tiempo ha tomado diversos matices, como el de un individuo torpe, poco de fiar, incapaz, incompetente… Exacto, no es precisamente un halago. No vamos a abrir aquí el melón de los insultos dialectales, pero si tienes curiosidad, no dejes de pasar una tarde merodeando en las zonas donde los ancianos juegan a la petanca o a las cartas con sus amigos.
Expresiones de Milán usadas en el trabajo
Chi non s’engegna, fa la tegna (lit. quien está mano sobre mano, o como dicen en italiano, ‘chi resta con le mani in mano‘, hace una telaraña): es un modo de invitar a los fanigòtt/fanigutun (los holgazanes) a ponerse manos a la obra. Otro gran clásico del mismo tema: voeuja de lauraa, saltum adòss (che mi me sposti) es la versión menghina de un dicho de uso corriente también en italiano: voglia di lavorare, saltami addosso (così mi sposto), es decir, literalmente, “ganas de trabajar, venid a mí (así, me aparto)”. También se aplica, como se puede intuir, a los gandules antes mencionados. Precisamente ellos son el blanco favorito de los milaneses, trabajadores infatigables, que tienen el derecho de hacérselo notar también a quien se pone tarde manos a la obra: quand el sol se volta indree, el pelandron el faa i’mestee (lit. cuando el sol se da la vuelta, al atardecer, el vago hace su tarea) se usa para reprender a quien ha perdido el tiempo durante todo el día y tiene que hacer por la noche, a última hora, lo que ha quedado pendiente. Ese ‘darse la vuelta’ del sol hace la explicación un poco más compleja: ¿recuerdas ese efecto de madrugada que tiene el sol al anochecer? A quien no hace nada de día, la noche se le presenta como el alba, el momento de empezar a hacer algo. Otro de las expresiones de Milán que empieza igual, pero tiene una conclusión distinta: quand el sol se volta indree, la matina gh’ha l’acqua ai pé (lit. cuando el sol se da la vuelta, al atardecer, la mañana tiene agua en los pies). El efecto atmosférico que hemos tratado de evocar, para los milaneses también es indicio de lluvia a la mañana siguiente.
Offelee fa el tò mestee (lit. pastelero, haz tu trabajo): se trata de una exhortación a ocuparse de las propias competencias y abstenerse de hacer intervenciones inoportunas o no solicitadas. Es decir, a no meterte donde no te llaman. Podría seguirle fa minga la figura del cioccolatee (lit. no quedes como el chocolatero), es decir, no quedes mal.
Làsel faa de luu/lee (lit. deja que lo haga por sí mismo/a) es una invitación con una connotación predominantemente positiva, como para reiterar la confianza en las habilidades de una persona porque sabe lo que hace. En definitiva, el/la gh’ha el balin in man (lit. tiene la pelota en la mano): tiene el control de la situación; o bien, según un matiz diferente, puede aplicarse a quien tiene la última decisión. Si se trata de una decisión difícil, es mejor tomarla de inmediato y no darle más vueltas: la expresión de Milán foeura el dent, foeura el torment se traduce como fuera el diente, fuera el dolor. Recuerda siempre que chi fa a sò moeud, scampa des ann de pu (lit. quien hace las cosas a su manera, vive diez años más). El valioso consejo de los vecc (ancianos) milaneses es que hagamos las cosas siempre como nos parezca, sin dar demasiada importancia a la opinión de los demás: así tendremos más serenidad y por lo tanto viviremos más tiempo.
Expresiones usadas en la mesa
Vestii de fustagn, pancia de velu (lit. traje de pana, estómago de terciopelo): se dice de quien se viste con modestia, pero tiene gustos refinados en la mesa y cierta cultura gastronómica. Avè l’oeucc pussee grand del boeucc (lit. tener el ojo más grande que el estómago), significa pedir o servirse más comida de la que se va a comer. En un sentido más amplio también puede significar estirar más el brazo que la manga, es decir, pretender ir más allá de las propias posibilidades, sin lograrlo. En la mesa los milaneses también suelen decir que la bocca l’è minga stracca, se la sa nò de vacca (lit. la boca no se cansa si no tiene sabor de vaca), recordando tiempos pasados en que las comidas se terminaban degustando queso, que se tomaba a modo de postre para refrescar el paladar.
Esta lista podría ser mucho más larga, porque Milan l’è propii on grand Milan, pero existe una palabra mágica que pone fin a toda discusión que se alargue demasiado o a una serie de tonterías: muchela! Es decir: ¡córtala! Dicho y hecho.
Este artículo se publicó originalmente en la edición en italiano de la revista de Babbel.