Imagina vivir en un lugar donde la mayoría de la gente no habla tu lengua materna, incluidas las personas encargadas de velar por tu salud, tanto física como mental. Esto crea una barrera que podría impedirte obtener la ayuda que necesitas en algunas de las situaciones más difíciles de tu vida. En artículos anteriores hemos descubierto la tarea fundamental que desempeña el personal de interpretación médico así como el personal médico bilingüe. Hoy dejamos el ámbito de la salud física para adentrarnos en el mundo de la salud mental, igual de importante y en el que los temas delicados convierten la tarea de interpretación en algo especialmente valioso.
Hablamos con Katherine Rappenecker, intérprete en salud mental en una clínica de Rochester, en el estado de Nueva York, para conocer su trabajo y descubrir cómo ayuda a pacientes vulnerables.
Así es como funciona:
Se suele considerar que el personal de interpretación en salud mental está al mismo nivel que el de la interpretación médica, y de hecho, algunas personas ejercen ambas funciones. El trabajo como intérprete en salud mental requiere un conjunto de habilidades específicas y una formación concreta, ya que es más difícil y delicado que la simple traducción.
«No me considero realmente una traductora», explica Rappenecker. «Interpretar es una habilidad cuyo dominio requiere mucho más tiempo, ya que al interpretar en situaciones habladas, hacemos nuestra labor en directo, justo en el momento en el que están ocurriendo las cosas, y nunca sabes lo que la otra persona puede decir.»
Rappenecker nos explica que hay tres intérpretes en su clínica y que trabajan con pacientes de habla hispana que acuden a la consulta de terapeutas, psiquiatras y personal médico. La gran mayoría de sus pacientes, dice Rappenecker, son de Puerto Rico (Rochester cuenta con una comunidad de origen puertorriqueño relativamente grande, que aumentó tras el huracán María), aunque un puñado son de otros países de habla hispana. Del personal terapéutico que hay en la clínica, solo una persona habla español, por lo que el personal de interpretación es una parte fundamental de la ecuación.
Rappenecker conoce bien a la mayoría de sus pacientes, pero cuando llega una persona nueva, siempre se presenta y le explica cómo va a ser la sesión: «Interpretamos todo lo que se dice. Interpretamos en primera persona. Toda la información es confidencial. Por favor, intente mirar a su terapeuta.»
A continuación empieza la sesión. Por norma general, Rappenecker intenta emplear la interpretación simultánea, es decir, traducir lo que se dice más o menos al mismo tiempo en el que se dice, a saber, unas pocas palabras o frases después. Y para que esto funcione, la disposición de los asientos es importante.
«Para poder interpretar con precisión, necesito poder ver al o a la paciente», dice Rappenecker. «Necesito ver su rostro, sus gestos, su lenguaje corporal. Me considero su espejo.»
Existen alternativas para los centros de salud que no tienen intérpretes en salud mental a mano, como un servicio de interpretación telefónica, pero Rappenecker dice que quienes buscan ayuda tienden a sentirse más a gusto cuando hay una persona presente durante la consulta. Explica que sin intérpretes disponibles, esas personas podrían dudar más a la hora de aceptar ver a un terapeuta, por lo menos en un principio.
«Creo que es un trabajo muy importante», dice Rappenecker. «Tendemos puentes entre dos personas, para que el o la paciente pueda obtener la ayuda que necesita.»
Pero el personal de interpretación en salud mental también asume de vez en cuando otra función: la de mediar en el ámbito cultural. Rappenecker explica que es esencial que cada intérprete tenga ciertos conocimientos de la cultura de su paciente además de hablar su lengua.
«A veces surgen pequeños baches por diferencias culturales», dice. «Así que intentamos intervenir rápidamente para tratar de vencer la barrera cultural.»
Kelsey Krueger, una psicoterapeuta que trabaja a menudo con Rappenecker, dice que el personal de interpretación en salud mental presta un servicio crucial a sus pacientes al proporcionarles un ambiente seguro y cómodo.
«Cuando se tratan temas como el trauma, el abuso, la depresión o los ataques de pánico, es esencial crear un clima terapéutico en el que se reconoce la experiencia humana», explica Krueger. «La terapia es algo personal. Mis pacientes me cuentan cosas de las que nunca antes habían hablado con otra persona. Quiero honrar esa confianza y Katherine me ayuda a dar a cada paciente, sin importar su origen o idioma, la oportunidad de sentir que pueden conectar verdaderamente conmigo.»
¿Cuáles son los retos más grandes del trabajo como intérprete en salud mental?
En el ámbito de la salud mental se escuchan a diario historias duras emocionalmente, lo que de por sí afecta a cualquier persona empática. Pero quienes se dedican a la interpretación en salud mental tienen que ir un paso más allá, tienen que encarnar esas emociones negativas, expresarlas como si fueran propias.
Rappenecker explica: «Trabajar en el ámbito de la salud mental es muy duro porque oyes cosas muy tristes, cosas horrendas, y se te quedan grabadas… Hablas con las palabras de tus pacientes, intentas representar sus emociones, su tono. Te desgasta un poco.»
«No recibimos el mismo tipo de formación que el personal médico terapéutico, quien aprende a lidiar con esa carga emocional», añade.
Además, la interpretación en sí, independientemente del tema, también tiene sus retos. La dificultad de escuchar e interpretar simultáneamente se ve aumentada por la necesidad de ver y transmitir las expresiones faciales y el lenguaje corporal del o de la paciente, además de asegurarse de que mira al terapeuta cuando habla, y no a quien interpreta.
«La interpretación es una tarea agotadora», dice Rappenecker. «Me encanta, pero es extenuante por todos los aspectos a los que hay que atender a la vez.»
¿Y la parte más gratificante del trabajo como intérprete en salud mental?
Para Rappenecker poder marcar una diferencia en la vida de sus pacientes supera todos los retos.
Antes de convertirse en intérprete, Rappenecker vivió nueve años en España, donde enseñó inglés. Aunque quería mucho a su alumnado, dice que nunca obtuvo de este el tipo de gratitud que le devuelven sus pacientes ahora.
«Estas personas acuden a la clínica porque necesitan ayuda y quieren mejorar sus vidas», dice Rappenecker. «Agradecen mucho poder recibir la ayuda que necesitan.»
Explica que muchas personas puertorriqueñas se trasladaron a esa región después de que el huracán María devastara sus hogares y que acudieron a la clínica en busca de ayuda.
«Después del huracán, la gente no se encontraba bien. Lo habían perdido todo. Creo que supuso un alivio para ellas poder decir: ‘Vale… puedo conseguir estos servicios médicos y puedo tratar mi depresión, etc.'”.
Para Rappenecker, su trabajo consiste realmente en proporcionar una sensación de confort y asistencia a sus pacientes.
«Es muy gratificante ayudarles y darles voz.»