El otro día estaba hablando con un conocido mío francés y esa conversación me hizo darme cuenta de la facilidad que tienen los hablantes de diferentes lenguas romance de comunicarse con fluidez. Me contó cómo, durante una reunión de trabajo, pudo entender español, portugués e italiano mientras él se expresaba en francés. Si bien es cierto que alguna frase o palabra se le escapaban, el significado general del discurso podía entenderse con gran facilidad.
Este conocido no tiene un chip en el cerebro que le ayuda a interpretar otros idiomas ni tiene poderes mágicos. Simplemente habla el mismo idioma que todos los demás en la sala: latín. Un momento, ¿cómo se transformó el latín en tantos idiomas y dialectos?
Los orígenes del latín
El origen del latín viene del Latium, es decir, del Lazio, zona central de la península italiana. Se expandió gracias al crecimiento del Imperio romano y comenzó a prevalecer sobre otros idiomas como el etrusco o el osco. El latín se convirtió en una lengua de élites desde el principio, pero el latín de Cicerón no era el que se hablaba en las calles, a este se le llamó vernáculo. Con la expansión del Imperio romano, el latín se fue convirtiendo en la lengua unificadora, principalmente en el oeste, ya que el griego sobrevivió en muchas zonas, sobre todo en la zona oriental de Europa. Los dialectos se hablaban a lo largo de todo el territorio, pero si querías atravesarlo y hacerte entender, tenías que hablar latín o a veces griego.
Lo que resulta gracioso es que a los romanos cultivados les encantaba el griego. Lo consideraban la lengua culta, ya que era el idioma de la literatura, del arte y de la filosofía, y su prestigio superaba de alguna forma al del latín, de manera que ambas lenguas eran los idiomas oficiales del imperio.
El Imperio romano alcanzó su esplendor en el siglo II d. C. y cayó en el 476 d.C., cuando derrocaron al último emperador romano. Desde ese momento, los historiadores consideran que entramos en la Edad Media y es entonces cuando todos los dialectos originados en el latín comienzan a desarrollarse. Por ejemplo, el francés actual es una mezcla del latín vulgar combinado con varios dialectos gaélicos. El portugués, el castellano, el catalán y el gallego son descendientes directos del “latín vulgar”, la lengua que hablaba la gente sin mucho acceso a la educación, y el rumano es tan honesto que deja clara su relación con el idioma hablado por los romanos…
¿Cómo hemos conseguido averiguar acerca de estas diferencias? El latín vulgar (sermo vulgaris, literalmente, el “discurso común”) se ha encontrado en grafitis y en varias inscripciones. Además, como ya comentamos en este otro artículo, muchas expresiones han permanecido hasta nuestros días.
La consolidación de las naciones
¿Cómo consiguieron todos estos dialectos el estatus de “idiomas”? Quizás conviene citar al lingüista Max Weinreich: “Un idioma es un dialecto con un ejército y una fuerza naval”.
El siglo XIX vio el nacimiento de muchos países nuevos: Italia se unificó seguida de Alemania, a Hungría se le concedió su autonomía, como también sucedió con Noruega, Bulgaria y Albania. Compositores como Chopin o Wagner se inspiraron, no solo en la música popular, sino también en los mitos y las leyendas históricas. Las tensiones relacionadas con el orgullo nacional culminaron en la primera mitad del siglo XX derivando en el estallido de conflictos bélicos.
Tomemos Italia como ejemplo. En ella convivían varios idiomas descendientes del latín antes de su unificación en el siglo XIX, cuando el italiano estandarizado se proclamó el idioma oficial de la península. Este derivaba del florentino, un dialecto que se hablaba en la Toscana por tan solo un 10 % de la población, un hecho que forzó a varios millones de habitantes a ir perdiendo, poco a poco, sus idiomas para rebajarlos a “dialectos”. Las respuestas políticas todavía tienen su eco a día de hoy.
Algo similar sucedió con Francia tras la revolución. Se estima que en 1789 solo la mitad de la población hablaba francés. La creación de un sistema educativo y la adopción del francés como idioma oficial poco a poco fue estandarizando la situación, si bien es verdad que todavía en 1871 solo un cuarto de la población de Francia hablaba francés como lengua materna.
¿Y qué es de España? ¿Te puedes imaginar que hubiera pasado si los vascos hubieran conquistado toda la península ibérica? A día de hoy estaríamos hablando con palabras y frases en euskera, un idioma preindoeuropeo dificilísimo y que nada tiene que ver con las lenguas romance. Como aquello no sucedió, hoy en día en la península se hablan varias versiones del latín vernáculo, como el castellano, el catalán, el portugués o el gallego.
Rumano, el primo europeo del este
El rumano está separado geográficamente de las demás lenguas romance, ¿pero por qué persistió en una zona rodeada de lenguas eslavas y germanas? Hay diferentes teorías sobre este tema, pero vamos a contarte la principal.
Rumanía está ligada históricamente a los dacios. Ellos ocuparon su territorio hasta el siglo VI, cuando los romanos lo conquistaron y el idioma dacio se sustituyó por el latín, llevando al primero a su extinción. Después de que cayera el Imperio romano, el territorio pasó a las manos de las tribus germanas y eslavas. Durante esos turbulentos siglos, el idioma cambió poco a poco hasta lo que hoy conocemos por rumano. Aunque se escribió en cirílico hasta el siglo XIX, los movimientos inspirados en occidente latinizaron la escritura, acercándola de nuevo a sus orígenes.
Los idiomas siguen cambiando ajenos a las fronteras nacionales
¿Significa todo esto que una vez establecidos los límites nacionales los idiomas dejan de influenciarse los unos a los otros?
¡Para nada! Por ejemplo, la “r” en portugués se solía pronunciar exactamente igual que en español o italiano, pero en el siglo XIX se volvió “chic” pronunciarlo “a la francesa”. El francés fue el idioma diplomático durante los siglos XVIII y XIX y luego dejó paso al inglés.
Los dialectos del latín se convirtieron oficialmente en idiomas nacionales y se extendieron por todo el mundo, desde Latinoamérica hasta África y a Asia. El portugués, por ejemplo, viajó por el Atlántico pero siguió evolucionando en Europa al margen de su legado en Sudamérica, hasta el punto en el que es probable que el portugués brasileño sea una versión mucho más certera de cómo era el portugués europeo en el siglo XVI, que el que se habla hoy en día en Portugal.
¿Dialectos e idiomas en peligro de extinción o un futuro lleno de fronteras y culturas nacionales?
Estudios recientes demuestran que un gran número idiomas y dialectos están desapareciendo a gran velocidad. Para algunos, esto es la consecuencia inevitable de los flujos migratorios y del dominio cultural del inglés causado por el poder económico y político.
Sea cual sea tu punto de vista, hay una respuesta negativa general contra esta tendencia. Se ve reflejada en movimientos independentistas en varias zonas europeas donde se hablan estas lenguas romance y también en políticas que reniegan de la estandarización lingüística y cultural. ¡Cómo se irán desarrollando estas cuestiones a lo largo del siglo XXI será algo digno de ver!
Podemos entender esto como la continuación de la herencia del latín y de sus retoños. Los idiomas que tienen lugares comunes no siempre unen a la gente, ya que ser capaz de entenderse unos a otros no significa siempre que estemos todos de acuerdo, así como sucedía en el Imperio romano. Nada nuevo bajo el sol… ¡ojalá los idiomas nos ayudaran a resolver estas cuestiones un poco más complicadas! Por ahora el tiempo, y no el idioma, dirá.