Ilustraciones de Mateo Correal
”La risa es la distancia más corta entre dos personas.”
Victor Borje
Estudiar idiomas nos permite descodificar otros modos de pensar, amplía nuestro conocimiento de otros países y dilata nuestra experiencia social. Parte integrante en el aprendizaje de un nuevo idioma es el acercamiento a la cultura o culturas englobadas bajo el paraguas de esa lengua que se estudia. Y, a su vez, integrado en esa cultura, aparece un sentido del humor identitario, que mucho dice y expresa de la comunidad emisora.
Una experiencia lo más completa posible en la asimilación de un nuevo idioma pasa inevitablemente por tratar de comprender el sentido del humor que se gesta en el seno de esa cultura. Las traducciones no siempre son fáciles y dan más de un dolor de cabeza a los traductores. ¿Qué podemos hacer para descodificar el sentido del humor y no perderlo en el camino? ¡Veamos!
EL IDIOMA CASTELLANO
Señores, un servidor:
Pedro Pérez Baticola,
cual la Academia Española,
«limpia, fija y da esplendor».
Pero yo lo hago mejor;
y no son ganas de hablar,
pues les voy a demostrar
que es preciso meter mano
al idioma castellano
donde hay mucho que arreglar.
Dado que en el estudio del castellano es fácil perderse en los lenguajes regionales, dialectos y vocablos adoptados, adaptados y/o inventados en cada país, reduciremos este artículo (por ahora) a tratar de descodificar el humor del español de España.
El sentido del humor se puede manifestar en forma de parodia, en la ironía, el sarcasmo, la sátira, lo grotesco, en la ambigüedad, en un chiste, en lo cómico, la burla o el ridículo. También lo encontramos en el propio lenguaje, en el juego de palabras, como bien hace Melitón González (pseudónimo del escritor y humorista Pablo Parellada) en el poema “El idioma castellano”, en el que repasa con mucha gracia las dificultades idiomáticas de esta lengua.
¿Me quieren decir por qué,
en tamaño y en esencia,
hay esa gran diferencia
entre un buque y un buqué?
¿Por el acento? Pues yo,
por esa insignificancia,
no concibo la distancia
de un presidio a presidió.
Mas dejemos el acento
que convierte, como ves,
las ingles en un inglés
y vamos con otro cuento.
Melitón González se apoya aquí en las diferencias de significado que produce la sutilidad de los acentos en ciertos vocablos para generar un discurso cómico.
Y la frase tan oída
del marido y la mujer
¿por qué no tiene que ser
el marido y la marida?
El sexo a hablar nos obliga
a cada cual como digo;
si es hombre, me voy contigo;
si es mujer, me voy contiga.
Poco sabemos de las intenciones de Melitón de tratar el lenguaje inclusivo en su poesía y de denunciar la realidad discriminatoria de nuestro idioma, pero sí somos conscientes de las confusiones que se generan a veces en torno al género de los sustantivos en los estudiantes de español. ¿Por qué es “el agua” si termina en -a? ¿Qué artículo llevan los sustantivos terminados en -e? ¿Es correcto decir “jueza”? (Sí, aunque aún no te lo reconozca el diccionario del Word). Por no hablar de todos esos sustantivos que no terminan ni en -o ni en -a ni en -e (el mes, la salud, la imagen…). ¿Y qué decir de esas palabras que adoptan un significado cuando son femeninas y otro muy distinto cuando son masculinas?
- Un rato – La rata
- La foca – El foco
- El puerto – La puerta
- El físico – La física
- El tallo – La talla
El género es, sin duda, una fuente de tensiones (en un amplio sentido de la palabra), y allí donde hay tensión hay posibilidad de generar comicidad.
Precisamente al hilo de esto, encontramos un ejemplo en este chiste de Forges:
- En la oficina de la Administración pública.
- Funcionario: ¿Profesión?
- Ciudadana: Limpiadora, cocinera, doncella, costurera, planchadora, niñera, maestra, telefonista, recepcionista, choferesa, psiquiatra, enfermera, puericultora, economista, matemática, intendente, sensual geisha y amante.
- Funcionario: Todo esto no cabe.
- Ciudadana: Pues ponga “ama de casa”, es lo mismo.
Así como sucede con los refranes, el doble sentido y la ironía son características intrínsecas del carácter español. La dificultad radica en que reconocer la ironía y el doble sentido pasa por entender el contexto en el que se emiten. En este caso, el chiste de Forges está enclavado en una controversia social aún no resuelta, en la que a nivel administrativo no se reconoce como profesión una actividad laboral tan diversa como comprometida. La sorpresa (giro o remate, como se conoce en comedia) llega con la respuesta de la ciudadana con el epítome: “ama de casa”.
¿Por qué llamamos tortero
al que elabora una torta
y al sastre que ternos corta
no le llamamos ternero?
Como tampoco imagino
ni el diccionario me explica
por qué al que gorros fabrica
no se le llama gorrino.
A vueltas con los juegos de palabras. Puede ser también fruto de guasa la polisemia, aquellas palabras que contienen diversos significados (cometa) y también aquellas con cuya raíz se pueda generar por derivación una graciosa confusión (firma, firmamento).
Cometa está mal escrito
y por eso no me peta;
¿hay en el cielo un cometa
que cometa algún delito?
Y no habrá quien no conciba
que llamarle firmamento
al cielo, es un esperpento;
¿quién va a firmar allá arriba?
Esta misma “estrategia humorística” es la usada por Luis Piedrahita en su monólogo “El castellano es un idioma loable, lo hable quien lo hable”, en el que juega con el idioma, lo estruja y lo retuerce, para sacarle todo el jugo. Gracias a esas maniobras con el lenguaje y a los dobles sentidos, puede tratar de resolver dudas existenciales (alerta ironía spoiler) haciéndose preguntas como: “Un cacahuete flotando en una piscina… ¿sigue siendo un fruto seco?”
De igual manera me quejo
al ver que un libro es un tomo;
será un tomo si lo tomo
y si no lo tomo, un dejo.
A nivel morfosintáctico, nos encontramos con una figura cuyo nombre ya es bastante singular y cuyo uso puede dar lugar a frases graciosas. Se trata del retruécano, la inversión de los términos de una proposición, para que el sentido de la segunda frase resultante sea un contraste o directamente una antítesis de la primera.
No es lo mismo “los libros de texto” que “detesto los libros”.
Sí, lo admitimos, no es fácil. La mera comprensión del significado de las palabras contenidas en un chiste o juego de palabras no siempre es suficiente para que se cumpla su función comunicativa, sino que exigen del receptor una implicación mayor de lo habitual, a partir de una serie de informaciones culturales y ambientales compartidas entre los participantes. Fuente: “La lingüística a través del humor”.
Si se le llama mirón
al que está mirando mucho,
cuando ladre mucho un chucho,
hay que llamarle ladrón;
porque la sílaba –on
indica aumento, y extraño
que a un ramo de gran tamaño
no se le llame Ramón.
Si estudiar un idioma nos acerca a otras personas, el humor nos termina de conectar. Allá donde esté presente todo será más fácil, incluida la comprensión de la lengua que se esté estudiando y que a veces se nos puede atravesar. El sentido del humor es una fuente de creatividad que favorece el aprendizaje. ¡Que no te falte nunca!
Y, por la misma razón,
si los que estáis escuchando
un buen rato estáis pasando,
estáis pasando un ratón.